2.212 – Más allá

Paz Monserrat Revillo  Cuando menos me lo espero mi madre me habla desde el más allá. Nunca de metafísica, de religión o de universos paralelos. Nada de psicofonías, ni de vaporosas voces de ultratumba. Con su castellano transparente y su acento aragonés me dice cosas como: «Se dejan cocer a fuego lento hasta que estén en su punto», o: «Resultan muy buenos con un flan de arroz blanco al lado, y sirve de plato único pues la salsa de los calamares le da mucho sabor al arroz».
Sus palabras flexibles y disciplinadas, sin una sola falta de ortografía, avanzan por las hojas de anillas que cada tanto me enviaba en un sobre con sus recetas favoritas, para que las fuera añadiendo a la libreta que me regaló.
Muchas veces me sorprendo a mí misma queriendo llamarla para preguntarle algún detalle, sobre todo de los platos de pescado y de algunos postres.
Hoy voy a seguir paso por paso las instrucciones que me dicta para cocinar los calamares guisados, así comprobaremos en familia que ese «¡Están buenísimos!» que escribió al final es la mejor descripción para este divino y contundente plato único.

Paz Monserrat Revillo

2.211 – Sueños emergentes

javier Ximens  En el 115 de la calle Titanic, en los muelles de Southampton, hay un pub decorado como un camarote del transatlántico. Nunca abre las puertas. Allí se reúnen cada 14 de abril, a partir de las veintitrés cuarenta, algunos de los espectros de los ahogados en el naufragio y conversan de sus vidas no vividas. Ninguno nombra la catástrofe. Hablan de América, de la calle de New York donde con el tiempo abrieron el comercio; del trabajo duro como leñadores en los bosques de White Mountain; del despacho de abogados en Philadelphia; del oficio de tramoyista en Broadway; de lo que el futuro les deparó y, en fin, de cómo se realizó su sueño americano.
En ocasiones la tristeza se agolpa en algún joven al que no lo esperó la novia o en el predicador que vio alejarse el bote salvavidas con su mujer y tres hijas y que nunca supo de ellas. A las dos y veinte de la madrugada, antes de que empiece a oírse la humedad, cuando el camarero solicita el desalojo del camarote, los náufragos se deslizan con indiferencia extraña hacia el puerto y se sumergen en el agua aprovechando la marea

Javier Ximens
http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/2014/12/suenos-emergentes.html

2.210 – Tu estadio

leonarsenal_1341044049_33  Ah. ¿Qué no te gusta el fútbol? Entonces, las calles serán tu estadio. Del último minuto, del decisivo, a cada partido, te avisará el silencio en el barrio. Si luego estallan el clamor y los cohetes, será que habremos ganado. Si calla, no. Nadie escapa al Mundial, hombre. Que la tele o la radio puedes apagarla, pero a tus vecinos no.

León Arsenal
http://www.elcultural.es/revista/letras/El-minuto-decisivo/34787

2.209 – El burro y la flauta

Augusto Monterrosod  Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosamente, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia.

Augusto Monterroso

2.208 – Engaños

leon_de_aranoa  Empezó engañando a su mujer, un poquito cada día. Al besarla por la mañana en la frente, al decirle mi vida cuando no lo era (nunca lo fue). La engañaba al pasear con ella de la mano por el barrio, al caer la tarde.
Engañar a sus vecinos le resultó aún más fácil. Sonreírles en el ascensor, interesarse por su salud y acariciar la cabeza a sus hijos, que hay que ver lo altos que están ya. Evitaba en tales ocasiones verse reflejado en el espejo, para no advertir el leve desafecto de sus gestos, y ahuyentar así el temor irracional que le causaba reconocer en él a un extraño.
Engañaba a sus compañeros de trabajo, a sus jefes, a sus inmediatos subordinados. Engañaba a Marga, su secretaria, cada vez que se encontraba con ella en el parking B7 del gran edificio de oficinas al terminar la jornada. Mentían sus labios al besarla, eran falsas las promesas que le hacía, falsas las manos sobre sus pechos y la rutina del sexo entre ellos.
Engañaba a diario, con tenacidad laboral. A su madre y a sus hermanos, a sus amigos, a su perro. Engañaba a cuantos saludaba con amabilidad las mañanas de los sábados, en un parque próximo, cuando lo sacaba a pasear.
Hasta que una mañana, frente al espejo, se engañó a sí mismo. Engañándose a sí mismo, descubrió maravillado, engañaría de una sola vez a todos.
Lamentó no haberse dado cuenta antes por el enorme esfuerzo que se habría ahorrado, pero ya era tarde: no se creyó.

Fernando León de Aranoa
Aquí yacen dragones. Seix Barral, Biblioteca Breve.2013

2.207 – Problemas en la noche 369

ana maria shua  -Así que dime si estás dispuesto a obedecerme y acompañarme a la ciudad de Fas y Meknás, donde radica el tesoro, y luego que lo hallemos te daré cuanto me pidieras y serás en adelante mi hermano como de mi sangre bajo la fe de Alá y a tu país tornarás con el corazón exento para siempre de toda inquietud y pesar.
-No.
-¡Maldito hijo de serpiente y de una cerda sin narices! ¿Y qué haremos ahora en todas las páginas que faltan?

Ana María Shua

Cazadores de letras. Minificción reunida. Ed. Páginas de espuma, 2009

2.206 – A buenas horas

  jordi maso rahola  El arcángel sobrevuela el pueblo y, con un suntuoso batir de alas, aterriza delante de la casa del carpintero.
–Debo hacer un anuncio importante –dice cuando José, el carpintero, abre la puerta.
–Usted dirá.
Es un taller oscuro, pero la luz que irradia el arcángel le permite vislumbrar las herramientas dispersas; el suelo está tapizado de serrín y virutas; en un rincón, María, la esposa del carpintero, amamanta un bebé.
–Usted dirá –repite José.

Jordi Masó Rahola
Les mil i una (ARC-Lo Càntich, 2014)
http://associaciorelataires.blogspot.com.es/2014/01/les-mil-i-una-jordi-maso-rahola.html

2.205 – Seducción

pedro herrero  Era nuestra primera cita y quise llevarte a un restaurante suntuoso, de aquellos que no muestran los precios del menú en la puerta de entrada. En el vestíbulo tenían un Blüthner en buen estado de conservación. Estaba en un rincón, junto a un sofá Chester de piel marrón y una lámpara Art Déco, cuya luz sumía el lugar en una penumbra cálida, llena de complicidad. Yo sabía que si me sentaba a tocar cualquier cosa en aquel viejo piano (alguna fuga de Bach, un nocturno de Chopin) mientras esperábamos a que nos dieran mesa, tú caerías en mis brazos sin rechistar. Pero entonces te habría gustado por mis habilidades. Y yo quería que me quisieras por lo que soy, no por aquello que soy capaz de hacer. Por eso, cuando más tarde nos fuimos de allí sin pagar la cuenta, y aun así viniste conmigo, supe que era el hombre de tu vida.

Pedro Herrero
http://http://www.humormio.blogspot.com.es/2014/11/seduccion.html

2.204 – Maguey

pilar galan 65  Valladolid es una de las ciudades con más niebla de España. A eso del atardecer, desde el Pisuerga, empieza a crecer una maraña de jirones que sube hacia el paseo y deja una huella fría en los bancos de piedra.
Si no estás acostumbrado, la helada se te cuela hasta los huesos y te entra una tiritona que no te deja en siete días. Los de aquí salen a la calle preparados. A los que vienen de fuera les toca pagar peaje, ya saben, la gripe con medicamentos dura una semana y sin ellos, siete días. Cosas de médicos. Chistes de médicos. El humor español es muy distinto al suyo. Y las palabras. Le habían dicho que aquí, en Valladolid, la gente hablaba el mejor castellano del mundo. Y sí, hablan bien, pero las sílabas tienen los bordes cortantes del carámbano y las letras se pegan a los labios, perdidas en las grietas.
Cama segura y asistencia médica.
Las otras son muy cariñosas y le dejan rebañar las sobras de la crema pastelera o de la masa de los huesos de santo.
Perrunillas, mantecados, buñuelos de viento.
Sobre la niebla, cuando ya no se ven ni las sombras de los árboles dorados del otoño, se extiende el olor dulce del azúcar del convento.
Tres comidas al día.
Son buenas, las otras. Mayores, pero no lo parecen por su cara que no muestra ni una arruga. Lisitas, sonrosadas. Caras que no han sido tocadas por el sol ni por el frío negro que sube del río a lamer las rejas de su celda.
Son buenas, sí, y la quieren mucho. Y no se ríen cuando habla. Ni cuando tienen que tirar de ella para despertarla, tan dormilona que casi se le cierran los ojos rezando tempranito.
Y aquí solo están ellas, no hombres vociferantes ni gritos ni humo. Solo te tocan ellas.
Aquí combaten el frío a base de caldos calentitos, de ave y vegetales.
Ella se calienta el corazón de otra manera.
Cuando el viento helado agita las hojas más allá del río, reza muy bajito las palabras de antes.
Durazno, maguey, alquejenje, guayaba, guara, arrayana, luma.
No sabe muy bien qué pide con esta plegaria, pero ahuyenta el frío y la niebla, y la lleva a los días de hambre de la infancia, cuando la felicidad se medía por la comida que habían conseguido robar en el mercado, donde el nombre de dios era carnoso, dulce y fresco, y podía morderse hasta quedar saciada.

Pilar Galán
Tecleo en vano. Ed. De la Luna libros. Marzo 2014