3.727 – Conquista de la Nueva España III

  Los sacerdotes no peinan ni cortan sus cabellos, que caen grasientos, en mechones pegoteados por la sangre de los sacrificios.
Los sacerdotes han transmitido, de generación en generación, la profecía sobre los dioses barbudos que vendrán desde el Naciente para apoderarse del reino y señorearlo.
Los sacerdotes están arrepentidos. Ahora niegan la leyenda o vuelven a contarla de otro modo, buscando nuevas interpretaciones.
Sólo Cortés y su gente creen en esta nueva versión, tanto más aproximada a la idea que tienen de sí mismos, pero no parecen dispuestos a persuadir a los aztecas.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009

3.673 – Peyote en el jardín

  Para probar sus efectos alucinógenos, se riega el jardín con jugo de peyote concentrado. Las caléndulas, gravemente afectadas, enloquecen: en su delirio se creen araucarias. Los gladiolos caen en un sopor peligroso que los aproxima al estado vegetativo. El resto de las plantas tiene alucinaciones generosas, positivas, que les infunden una compleja sensación de felicidad. Todos estos efectos del peyote resultan imposibles de comprobar excepto el vómito ácido y convulsivo de las flores carnívoras, causado por el mal sabor de los insectos que se alimentan de néctar.

Ana María Shua

3.671 – Puntualidad de los filósofos

  Todos ponen en hora sus relojes al paso preciso del profesor puntual. Así, cuando Kant se va de viaje, la gente del pueblo no logra ponerse de acuerdo, algunos relojes atrasan y otros adelantan, la maestra llega a la escuela cuando los niños ya se han ido, los novios no coinciden en la iglesia a la hora de la ceremonia de bodas (muchos matrimonios fracasan antes aún de haberse realizado) y se producen batallas callejeras para decidir en qué momento exacto debería escucharse el tañido de las campanas.
Para evitar esos viajes que ponen en peligro a toda la comunidad, alguien propone distraer al profesor para que llegue tarde a la estación, sin medir las consecuencias de semejante confusión de horarios, el riesgo de que el tren les atropelle el tiempo haciéndolo pedazos.

Ana María Shua

3.670 – Tortugas

  Siete tortugas sostienen el mundo. Esta circunstancia tan evidente hace apenas unos milenios, resulta hoy muy dificil de probar. Son invisibles y son gigantes. Su enorme masa atrae a nuestro planeta, obligándolo a adosarse a su caparazón. Los incrédulos preguntan por los puntos de contacto. No vale la pena responderles: una de las siete tortugas está a punto de morir. Se desea lo que no se tiene.

Ana María Shua

3.669 – El olmo de mi hermana

  Al olmo de mi hermana le diagnosticaron la enfermedad holandesa de los olmos. El tratamiento era muy caro: se decidió que la enfermedad siguiera su curso fatal. Pero el árbol era viejo y astuto. A lo largo de un siglo había entrelazado sus raíces con la cañería de la cloaca. Su muerte resultaría más cara todavía. Por dos mil dólares, con una enorme jeringa conectada a un motor, se le inyectó lentamente, en veinticuatro horas, una cubeta de líquid con medicamento.
Según los expertos, el olmo está ahora sano y fuerte y no hay que hacer caso de sus síntomas de hipocondríaco. Como la tala es peligrosa, se duda entre la psicoterapia o la mudanza.

Ana María Shua

3.633 – 225

  Lo siento moverse en su elemento líquido, chocando contra las paredes que le cierran el paso y tengo la confirmación de que se trata de un pez, un gran pez escamoso con doble hilera de dientes que crece inmoderadamente en mi vientre, un pez que pariré cerca del mar porque su felicidad (la de mi hijo) es más importante que la mía, la que su proximidad (un gran acuario de cristal) podría darme.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009

3.632 – 223

  Para dormir cómoda, me despojo de todo lo superfluo. Sentada en el borde de la cama me quito lentamente la ropa. Dejo caer los brazos, que se estiran sobre la alfombra como gruesas serpientes. Con un movimiento brusco me desprendo de las piernas y sacudiendo la cabeza hago volar mis facciones (ojos, boca, nariz) por todos los rincones de la habitación. Y continúo, hasta que no queda entre las sábanas más que mi sexo, que de todas maneras nunca duerme.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009

3.631 – Para todos los gustos

 Para los vampiros golosos, mujeres gordas, lánguidas, diabéticas, con cuello de Modigliani. Para vampiros francamente perversos, bestialistas, juguetonas jirafas. Para vampiros que se complacen en su propio sufrimiento, ciertas botellas de vidrio, importadas de Italia (en las que el vino ha sido reemplazado), cuyos cuellos estallan al ser mordidos con gozoso dolor.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Casa de Geishas Ed. Páginas de Espuma.2009

3.630 – Detrás de una puerta…

  Detrás de una puerta cerrada es posible encontrar los más inverosímiles horrores y también extraordinarias formas de la felicidad. Cuando la puerta se abre, el número de posibilidades, que era infinito, se reduce a uno y entramos, por ejemplo, en un baño (es lo más común) o en nuestro propio dormitorio. Y cómo probar que esa realidad que se alza sólidamente ante nuestros ojos es la misma que nos aguardaba, agazapada, cuando estábamos tan cerca pero fuera de ella, detrás de esa puerta que volveremos a cerrar al salir para permitir una vez más el auge y la decadencia de los innumerables universos.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009

3.629 – 217

  El mundo es cruel, mi vientre es tibio: se resiste a nacer y lo comprendo. Y sin embargo, qué duro me resulta (pero no hay para una madre sacrificio excesivo) seguir cargando en mi matriz desmesuradamente dilatada a este adolescente cariñoso y rebelde que ya ha empezado a fumar a escondidas (pero una madre lo sabe todo) haciendo brotar columnitas de humo de mi ombligo.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Ed. Páginas de Espuma.2009