Muros

eduardo-galeano-iiEl muro de Berlín era la noticia de cada día. De la mañana a la noche leíamos, veíamos, escuchábamos: El Muro de la Vergüenza, el Muro de la Infamia, la Cortina de Hierro…
Por fin, ese muro, que merecía caer, cayó. Pero otros muros brotaron, y siguen brotando, en el mundo. Aunque son mucho mas grandes que el de Berlín, de ellos se habla poco o nada.
Poco se habla del muro que los Estados Unidos están alzando en la frontera mexicana, y poco se habla de las alambradas de Ceuta y Melilla.
Casi nada se habla del muro de Cisjordania, que perpetúa la ocupación israelí de tierras palestinas y será quince veces mas largo que el Muro de Berlín, y nada, nada de nada, se habla del Muro de Marruecos, que perpetúa el robo de la patria saharaui por el reino marroquí y mide sesenta veces mas que el Muro de Berlín.
¿Por qué será que hay muros tan altisonantes y muros tan mudos?
Eduardo Galeano

Mi sombra

Enrique anderson Imbert3No nos decimos ni una palabra pero sé que mi sombra se alegra tanto como yo cuando, por casualidad, nos encontramos en el parque. En esas tardes la veo siempre delante de mí, vestida de negro. Si camino, camina; si me detengo, se detiene. Yo también la imito. Si me parece que ha entrelazado las manos por la espalda, hago lo mismo. Supongo que a veces ladea la cabeza, me mira por encima del hombro y se sonríe con ternura al verme tan excesivo en mis dimensiones, tan coloreado y pletórico. Mientras paseamos por el parque la voy mirando, cuidando. Cuando calculo que ha de estar cansada, doy unos pasos medidos -más allá, más acá, según- hasta que consigo llevarla adonde le conviene. Entonces me contorsiono en medio de la luz y busco una postura incómoda para que mi sombra, cómodamente, pueda sentarse en un banco.

Enrique Anderson Imbert

Los poetas

Patricia CalveloLlegan temprano al bar, de a uno o de a dos, con cigarrillos, habanos o pipas. Se quedan toda la noche riendo y hablando de hermosas mujeres, de viejos amigos, de ciudades perdidas, de estrellas fugaces…: de poesía. Y beben y fuman hasta el amanecer.
Al partir, dejan una pesada cortina de humo y montones de cenizas en todos los rincones. La mujer que hace la limpieza siempre se queja. Ella no sabe que es el modo que tienen los poetas de disimular el fuego que les robaron los dioses.

Posesión del ayer

jorge-luis-borges1Sé que he perdido tantas cosas que no podría contarlas y que esas perdiciones, ahora, son lo que es mío. Sé que he perdido el amarillo y el negro y pienso en esos imposibles colores como no piensan los que ven. Mi padre ha muerto y está siempre a mi lado. Cuando quiero escandir versos de Swinburne, lo hago, me dicen, con su voz. Sólo el que ha muerto es nuestro, sólo es nuestro lo que perdimos. Ilión fue, pero Ilión perdura en el hexámetro que la plañe. Israel fue cuando era una antigua nostalgia. Todo poema, con el tiempo, es una elegía. Nuestras son las mujeres que nos dejaron, ya no sujetos a la víspera, que es zozobra, y a las alarmas y terrores de la esperanza. No hay otros paraísos que los paraísos perdidos.

Jorge Luis Borges

Celebración del silencio/2

eduardo galeano32El cantor Braulio López, que es la mitad del dúo Los Olimareños, llegó a Barcelona, llegó al exilio. Traía rota una mano.
Braulio había estado preso, en la cárcel de Villa Devoto, por andar con tres libros: una biografía de José Artigas, unos poemas de Antonio Machado y El principito, de SaintExupéry. Cuando ya estaban por liberarlo, un guardián había entrado en su celda y había preguntado:
-¿Vos sos el guitarrero?
Y le había pisado la mano izquierda con la bota.
Le ofrecí una entrevista. Esa historia podía interesar a la revista Triunfo. Pero Braulio se rascó la cabeza, pensó un rato y dijo:
-No.
Y me explicó:
-Esto de la mano se va a componer, tarde o temprano. Y entonces yo voy a volver a tocar y a cantar. ¿Entendés? Yo no quiero desconfiar de los aplausos.

Eduardo Galeano

‘Lírica’ o ‘Sobre el nieto de Calderón de la Barca’

pilargalan3El joven profesor aguarda con paciencia a que el alumno desenrolle el papel que ha traído guardado en el bolsillo de atrás del pantalón. Lo estira, lo vuelve a enrollar. Se pasa nervioso la mano por el pelo. Manda callar con la autoridad de sus quince años.
El joven profesor abre la boca (no la cierra nunca este hombre) al escuchar los primeros versos.
 -Qué es la vida, un frenesí, qué es la vida…
Viene en su ayuda la ironía, aprendida en largas tardes de cartas en la facultad.
-Qué poema más antiguo, Juanjo.
 -No va a ser antiguo, si es de mi abuelo.
 Desde sus minúsculos quince años cinco siglos nos contemplan.
Pilar Galán

Diccionario del diablo

ambrose bierce 3_bsAnécdota, s. Relato generalmente falso. La veracidad de las anécdotas que siguen, sin embargo, no ha sido exitosamente objetada: Una noche el señor Rudolph Block, de Nueva York, se encontró sentado en una cena junto al distinguido crítico Percival Pollard. Señor Pollard –dijo–, mi libro Biografía de una Vaca Muerta, se ha publicado anónimamente, pero usted no puede ignorar quién es el autor. Sin embargo, al comentarlo, dice usted que es la obra del Idiota del Siglo. ¿Le parece una crítica justa?
 
–Lo siento mucho, señor –respondió amablemente el critico–, pero no pensé que usted deseara realmente conservar el anonimato.
 
El señor W.C. Morrow, que solía vivir en San José, California, acostumbraba escribir cuentos de fantasmas que daban al lector la sensación de que un tropel de lagartijas, recién salidas del hielo, le corrían por la espalda y se le escondían entre los cabellos. En esa época, se creía que merodeaba por San José el alma en pena de un famoso bandido llamado Vásquez, a quien ahorcaron allí. El pueblo no estaba muy bien iluminado y de noche la gente salía lo menos posible de su casa. Una noche particularmente oscura, dos caballeros caminaban por el sitio más solitario dentro del ejido, hablando en voz baja para darse coraje, cuando se tropezaron con el señor J.J. Owen, conocido periodista:–¡ Caramba Owen! –dijo uno–. ¿Qué le trae por aquí en una noche como ésta? ¿No me dijo que este era uno de los sitios preferidos por el ánima de Vásquez? ¿No tiene miedo de estar afuera?
 
–Mi querido amigo –respondió el periodista con voz lúgubre– tengo miedo de estar adentro. Llevo en el bolsillo una de las novelas de Will Morrow y no me atrevo a acercarme donde haya luz suficiente para leerla.
 
El general H.H. Wolherspoon, director de la Escuela de Guerra del Ejército, tiene como mascota un babuino, animal de extraordinaria inteligencia aunque nada hermoso. Al volver una noche a su casa el general descubrió con sorpresa y dolor que Adán (así se llamaba el mono, pues el general era darwinista) lo aguardaba sentado ostentando su mejor chaquetilla de gala.
 
–¡Maldito antepasado! –tronó el gran estratega– ¿Qué haces levantado después del toque de queda? ¡Y con mi uniforme! Adán se incorporó con una mirada de reproche, se puso en cuatro patas, atravesó el cuarto en dirección a una mesa y volvió con una tarjeta de visita: el general Barry había estado allí y a juzgar por una botella de champán vacía y varias colillas de cigarros, había sido amablemente atendido mientras esperaba. El general presentó excusas a su fiel progenitor y se fue a dormir. Al día siguiente se encontró con el general Barry, quien le dijo:–Oye viejo, anoche al separarme de ti olvide preguntarte por esos excelentes cigarros. ¿Dónde los consigues? El general Wotherspoon sin dignarse responder se marchó.
 
–Perdona por favor –gritó Barry corriendo tras él–Bromeaba por supuesto. Anda, si no había pasado quince minutos en tu casa y ya me di cuenta que no eras tú.
Ambrose Bierce

Dogmática

juan ramon santosAtormentado y santiguándose frenéticamente, don Manuel caminaba apresurado la calle abajo en busca de confesión. Sudando a mares, se preguntaba angustiado por la naturaleza de su recién cometido pecado, si sería venial o mortal, atormentado por aquel dilema que podría depararle de inmediato, si el corazón, que bombeaba agitado y comenzaba a resquebrajársele hacia el brazo izquierdo, acababa por estallar dentro del pecho, toda una ardiente eternidad en el infierno. Cómo habían cambiado los tiempos, se decía, qué nostalgias del BUP, había que ver cómo eran los muchachos esos, hijos de Satanás. Mientras avanzada cada paso con dificultad aflojándose el alzacuellos, con la respiración entrecortada, sintiéndose cada vez más mareado, se le venía a la mente una y otra vez el punzante recuerdo de aquel instante fatal, nefando y herético en el que, acorralado por el aluvión de descaradas preguntas, impúdicas exclamaciones y salvajes improperios contra el sagrado dogma de la virginidad de María, sin saber ya qué hacer, sin saber por dónde salir, rodeado, como el siervo de Yahvé, por una jauría de mastines, había acabado por reivindicar ante sus alumnos que el primer milagro del Hijo del Hombre había sido reparar con carácter retroactivo, recién surgido de aquellas entrañas de carne mortal, el desgarrado virgo de su santísima madre.

Juan Ramón Santos