Preguntaron a Nasrudín: «¿Qué hacen con la luna llena cuando aparece la nueva?».«La cortan», respondió Nasrudín, «y de ella sacan las estrellas».
Cuentos de Nasrudín
Preguntaron a Nasrudín: «¿Qué hacen con la luna llena cuando aparece la nueva?».
Siempre pensé que lo suyo era simple y llana cleptomanía. Le gustaba robarse un cenicero, el platito de la taza de café, tal o cual libro, la pipa de su mejor amigo. Sin embargo, la otra vez entendí que lo suyo era algo más grande: poco a poco se apoderaba del mundo.
El catecismo me enseñó, en la infancia, a hacer el bien por conveniencia y a no hacer el mal por miedo. Dios me ofrecía castigos y recompensas, me amenazaba con el infierno y me prometía el cielo; y yo temía y creía.Eduardo Galeano
Para que Jasón no la abandonase, Medea andaba cargada de amuletos, preparaba filtros mágicos, suplicaba, invocaba, maldecía, lanzaba anatemas, modelaba figuritas de cera y les clavaba alfileres, organizaba ritos de maleficio, toda clase de hechicerías, obligaba a su marido a beber pociones contra la infidelidad. Jasón se le escapó tras una muchacha, Glaucea, sólo porque Glaucea, cuando él (tanto como para pasar el rato) le propuso acostarse juntos, contestó: « Con una condición. Que después no nos veamos más».
Marco Denevi
A los ochenta años, casi al final de su vida (se iría a los ochenta y tres), mi padre conoció al individuo que le había pegado un tiro en el último año de la guerra. Disparo que estuvo a punto de enviarlo al otro mundo antes de tiempo. Era un catalán que estaba de paso. Se tomaron juntos unos vinos y al hablar sobre la guerra, a la que ambos habían ido adolescentes, descubrieron que habían combatido en los mismos lugares del frente del Ebro. Cuando mi padre empezó a describir dónde y cómo le habían pegado un tiro, el catalán continuó con el relato pormenorizadamente. Reconoció que después de pegarle el tiro, siguió disparando a todo aquel que intentara acercarse a auxiliarlo. Mi padre no se desangró gracias a que tuvo la feliz idea de atarse la pierna con el cinturón. Después de esperar en campo abierto toda la tarde, al llegar la noche, ya semiinconsciente, se le acercó un compañero que consiguió arrastrarlo hasta su zona. Luego se sucedieron años de hospital y, cuando llegó a la casa familiar, se encontró con que su madre, a quien tanto quería, había muerto. Aquel tiro, al final de la guerra, había cambiado su vida. Y ahora tenía ante él al responsable. Mi padre y el catalán del disparo se lo pasaron maravillosamente recordando aquellos terribles años. Brindaron, bebieron, se emborracharon, hablaron interminablemente y se hicieron amigos. Mi padre volvió a casa entusiasmado: había rescatado unos años de su juventud.Ángel Guache
A lo largo de los años, apaciguó los continuos requerimientos de su esposa con historias, miles de historias -siempre distintas- que le susurraba al oído mientras ella, en éxtasis feliz, lo recibía dentro de su cuerpo: fue un pirata que la violaba en las Antillas, un secuestrador que la amaba (con los ojos vendados) en su escondite, un escolar de doce años en un aula vacía con su maestra…Orlando Romano
Siempre me gustaste, Rosa, siempre. Y ahora que somos viejos te lo puedo decir. Antes no: eras la mujer de Ignacio Braceras. ¡Mira que casualidad, venir a encontrarnos aquí, en el café donde vos trabajabas! ¡Cómo pasa el tiempo, che! Parece mentira, Rosa, que estés charlando conmigo. Yo era muy pibe cuando venía al café para verte. Eras la diosa del barrio, Rosa, la diosa del café. Allá en lo alto, en el palco de la victrolera, camapaneabas a los giles. No, el palco ya no está. Y ya nadie escucha tangos, Rosa. ¿Te acordás? Vos ponías los discos en la victrola y nosotros te mirábamos las piernas. Indiferente, mirabas la pared. Me acuerdo, Rosa; me acuerdo de tus medias corridas y me dan ganas de llorar. Yo cerraba los ojos y me hacía la ilusión de que eras vos la que cantaba y no Libertad Lamarque, Azucena Maizani o la Merello. Eras vos, la más linda de todas. Nunca te lo pude decir porque yo era un pibe y a vos te vigilaba tu hombre, ese cafiolo de barrio que te llevó al trocen. Tomaban el tranvía y se iban juntos a la pieza. Después pasó lo que pasó, Rosa, esa desgracia que salió en los diarios. Supe que Ignacio Braceras te faltó, que te dio la biaba y que vos lo tiraste bajo un tren. No llorés, Rosa, ya pasó, ya pasó. Estuviste mucho tiempo en la gayola, es cierto, y eso jode a cualquiera. Pero aquí estás,otra vez. Giraron muchos discos, muchas noches y yo siempre me acordé de vos. Si te parece, si no lo tomas a mal, si no tenés otro compromiso, me gustaría que vinieras a mi bulín para tomar unos mates y escuchar unos tangos. No, no es tarde. Nunca es tarde cuando la dicha es buena, dicen. Y ¿sabés una cosa, che? Me compré una victrola, como la de antes. La lustro todos los días. Está linda. Sólo faltas vos.Pedro Orgambide
La conoció en un bar y en el hotel le arrancó la blusa provocativa, la falda entallada, los zapatos de tacón alto, las medias de seda, los ligueros, las pulseras y los collares, el corsé, el maquillaje, y al quitarle los lentes negros se quedó completamente solo.Marcial Fernández
Y le dijo que sí. Que aceptaba ser su novia. Ella, emocionada, sacó su celular con el cual actualizó su perfil en Facebook, MySpace y el Hi5, para que sus “amigos” vieran que ya estaba en una relación. Por último, mandó un mensaje a su twitter. Todos debían enterarse. Ella no se dio cuenta, que mientras escribía todo eso, él se estaba fijando en otra.
-¿Que de dónde procedo?… Pues verá: mi bisabuelo materno era francés: un franchute que no tuvo mejor idea que robarse a mi bisabuela, una joven y hermosa india de la tribu Yaqui, esos que son primos hermanos de los Apaches, pero del desierto mexicano.Alejandra Díaz-Ortiz