2.149 – El vacío

angel guache2  En los acantilados cercanos bramaba el viento. Se oía el rugido de las olas. Se adensaban las nieblas. Nos habían rogado en tono grave: «No os acerquéis a esos acantilados». En las proximidades se habían despeñado unos jóvenes. Asomarse era tomar conciencia del abismo. Sabíamos que allí estaba la atracción del precipicio, la flor que crece en las rocas, el corazón abismándose en las aguas. El margen de una vida. A unos pasos, tan sólo a unos pasos, estaba el vacío, esperándonos.

Ángel Guache

1.795 – La perfección

angel guache2  – La verdad es que siempre me han gustado las mujeres con bigote, como el suyo.
– ¡Oh! ¡Qué amable! No sabe cómo se lo agradezco -dijo ella, mientras se lo atusaba.
– Y.. puestos a ser sinceros, también le diré que me gustan calvas, como usted. El pelo de la cabeza, considero que es molesto y poco higiénico, y, en ciertos casos, hasta peligroso para conducir…
– Gracias. Qué piropeador… -bajó la mirada y movió la cabeza con coquetería-. Va usted a hacer que me ruborice.
– Pero… si le sigo diciendo la verdad… toda la verdad… hay algo que no me agrada del todo… El problema es… su ombligo. Lo encuentro demasiado redondo, pues, sabe, yo los prefiero un poco más cuadradotes. Qué pena, podíamos habernos entendido bien.
– Hombre, algún defecto tendría que tener, ¿no? Usted parece que sólo admite la perfección.

Ángel Guache
Sopa nocturna, Pre-textos-1994

1.467 – Metamorfosis

angel guache2 Cuando despertó aquella mañana, descubrió al resto de los humanos transformados en cucarachas, y él, Gregorio Samsa, representante de calcetines y de jamones de pata negra, recientemente instalado en España, se encontró, de la noche a la mañana, desprovisto de clientes; arruinado su negocio.
Después de darle muchas vueltas al asunto, hizo acopio de valor, y de una considerable cantidad de insecticidas.

Ángel Guache
Sopa nocturna, Pre-textos-1994

En las nubes

angel guache2 De allende los mares mi abuelo se trajo una pequeña máquina de liar puros. Cuando yo era niño la tenía sobre una gran mesa en el desván. Allí se pasaba las horas liando unos soberbios puros que compartía con mi padre. Recuerdo a ambos encendiendo un puro con el anterior. Vivíamos en las nubes, sí, entre grandes y algodonosas nubes tóxicas. Cirros, estratos, nimbos… de apestoso humo de puro. No llegué a fumar nunca; ninguno de los hermanos llegó a fumar jamás; terminamos todos con problemas respiratorios, salvo mi padre y mi abuelo. Y todos acabamos aborreciendo el humo, las nubes de humo entre las que vivíamos.
Ángel Guache

La lectura

angel guache Abro un libro y desde él me observa Neruda con ojos de sapo. Afuera sopla un viento frío y llueve. Me quedo a leer toda la tarde esos versos torrenciales, palpitantes. Rescato sensaciones de cuando los leí por vez primera. Y vuelve el tiempo aquél, desde tan lejos, el tiempo aquel que estaba agazapado en el silencio, entre capas de olvido.
Ángel Guache

Aquel tiempo

angel guache Aún se hablaba de la guerra, de desaparecidos, de muertos, de fantasmas, de bombardeos, de ciudades en llamas. Era un tiempo oscuro, gris, y siempre hacía frío y llovía. Las casas en penumbra, los pesados abrigos. Las tardes pasaban lentísimas. Y a la noche, se oía el parte hablado en la radio, la voz neutra y tersa del locutor. Y una música triste. Y luego nos íbamos a la cama para soñar, arrullados por el viento, los sueños que no nos regalaba la cruda realidad.

Ángel Guache