En la noche de verano, tranquila y cálida, solo se oye la respiración de mi hija, que duerme, y el suave ronronear de una heladera en celo llamando a su pareja.
Ana María Shua
En la noche de verano, tranquila y cálida, solo se oye la respiración de mi hija, que duerme, y el suave ronronear de una heladera en celo llamando a su pareja.
Ana María Shua
Mal se hablaba de Lina, de sus compañías, de su deslealtad, de sus gustos. Clientes hubo que no querían entrar en ella por miedo a toparse con un acreedor.
Ana María Shua
Un digno burdel europeo del siglo XIX debía tener una gorda, una flaca, una judía, una negra. La judía podía ser también la flaca, pero la gorda no.
Ana María Shua
Nos amamos frenéticamente fundiendo nuestros cuerpos en uno. Sólo nuestros documentos de identidad prueban ahora que alguna vez fuimos dos y aun así enfrentamos dificultades: la planilla de impuestos, los parientes, la incómoda circunstancia de que nuestros gustos no coinciden tanto como creíamos.
Ana María Shua
En su sueño, el ventrílocuo es muñeco. El muñeco, en cambio, suele soñar con la mujer del ventrílocuo.
¡Huyamos, los cazadores de letras est´n aqu´!
La tranquila seguridad de saberse muerto y que alguién venga a golpear (¡con impaciencia!) en la tapa del cajón.
Ana María Shua
Por la noche, ladrones pobres me roban la ropa tendida. A la noche siguiente pongo a secar (bien estrujadas) mis desdichas mojadas por el llanto. A la mañana siguiente soy definitivamente feliz.
Ana María Shua
Por consejo del hechicero, talló una figura de madera con la forma exacta de su enemigo. La quemó en el campo, de noche, bajo la luna. Atraído por el resplandor de la hoguera, su enemigo lo descubrió y lo mató de un lanzazo.
Cada cosa tiene su nombre, pero no cada nombre tiene su cosa. Hay cosas que admiten mas de un nombre, pero no todas las cosas son así. Y luego están los nombres polisémicos, veleidosos, angurrientos, que para andar sueltos son los peores, los mas ansiosos, los que recorren una y otra vez el espectro de las cosas posibles e imposibles, buscando la que les corresponde, dispuestos a hacerla surgir si no hubiera otro recurso, y al fin son ellos los que tienen la culpa de la mayoría de los terremotos, las psicosis y los eleuterios.