982 – Palomas, mago

 El mago se saca palomas de la manga, las hace aparecer de la galera. Después de un corto revoloteo, las palomas se posan en el dedo del mago, que las traslada a su vez a una percha.
¿Por qué no se escapan volando? pregunta un niño. Porque les cortan las alas, explica el padre. Algunos magos les cortan las plumas de una sola de las alas y es suficiente para que no puedan volar. Otros, para evitar que el público se de cuenta, les cortan una pluma por medio de los dos lados. Durante la actuación, cuando la paloma abre sus alas, parecen completas, pero así mutiladas no le permiten sustentarse en el aire. También hay algunos pocos magos, muy hábiles, que logran adiestrarlas de modo que no escapen.
Cuando termina su número, mago y palomas se van a su carromato. Las palomas doblan al mago en cuatro y lo guardan en su caja.

Ana María Shua

976 – Conquista de la nueva España I

 En la Nueva España, los soldados españoles llaman esmeraldas a las piedras calchihuíes, papas a los sacerdotes, Huichilobos a Huitzilopochli, leones a los pumas, no tienen palabras para tanto pájaro y a Cempoal bautizan Almería. Su lengua los protege contra la extrañeza y la locura, luchan para no hundirse en el barro primigenio, previo a la Creación en el que todo se confunde, en el que nada existe porque nadie todavía lo ha nombrado.
Sus descendientes los recordarán con desprecio y usarán el español para llamarse a sí mismos aztecas y mexicanos.

Ana María Shua

961 – Disparos

 Los hombres salen del salón y se enfrentan en la calle polvorienta, bajo el sol pesado, sus manos muy cerca de las pistoleras. En el velocisimo intante de las armas, la cámara retrocede para mostrar el equipo de filmación, pero ya es tarde: uno de los disparos ha alcanzado a uno de los espectadores que muere silencioso en su butaca.

Ana María Shua

955 – Viejo pirata

 Viejo pirata, mano de garfio, parche en el ojo, piernas intactas, sexo de palo. Con ciertas ventajas: sólo él, entre sus antiguos compañeros de oficio, está todavía en condiciones de violar a las doncellas de Maracaibo. Con ciertas concomitantes desdichas: su descendencia no es gente marinera, les gusta el olor de la tierra, su textura, allí donde nacen se quedan para siempre, tienden a echar raíces.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Páginas de espuma, 2009

946 – De Boccaccio

 Sorprendidos por el rey, a quien estaba destinada la mujer, los amantes fueron condenados al fuego.
Los ataron desnudos espalda contra espalda. Los verdugos amontonaban haces de leña verde a su alrededor cuando el caballero De Lauria reconoció a los jóvenes, hijos de nobles familias de Ischia y de Procida. Acercándose al poste de torturas, le preguntó al mancebo en qué podía ayudarlo.
-Si tenéis influencia ante el rey -dijo el muchacho- obtened para mí la gracia de que me den vuelta, para morir mirándome en sus ojos.
El caballero de Lauria se apresuró a decirle al rey Federico quienes eran esos dos bellos jóvenes que esperaban su ejecución. El rey comprendió su error y se avino a soltarlos.
De donde se deduce que la pasión sincera y las respuestas conmovedoras son imprescindibles para ser transformado en personaje y vivir eternamente. Pero para prolongar el modesto lapso de una vida humana, es mucho mejor tener parientes ricos.

Ana María Shua

942 – Los amantes

 Hablaban siempre de una reencarnación que les permitiría besarse en público. Murieron juntos, en un accidente, en una de sus citas clandestinas. Él reencarnó en un elefante de circo y ella en una petunia. Como la vida de las petunias es muy breve, se produjo un fuerte desfase. En la siguiente reencarnación, los dos fueron humanos, pero con sesenta y tres años de diferencia. Ella llegó a ser Papa y él una graciosa niña a la que se le permitió besar su anillo en una audiencia.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Ed. Páginas de espuma, 2009

928 – La peste de los recuerdos

 Quedan ensimismados, silenciosas las roldanas de los aljibes, endureciéndose la masa levada en las artesas. Los pájaros devoran los granos de trigo demasiado maduro y hasta los bebés se olvidan de llorar, recordando la oscuridad del vientre de su madre, el pezón en los labios.
Nada se logra hablándoles de los placeres de la vida, pero a veces es posible persuadirlos de la necesidad de atesorar nuevos recuerdos.
Entonces se ponen en movimiento lentamente y de a poco (los jóvenes primero, los muy viejos nunca más) comienzan otra vez a vivir sólo para darle gusto a la memoria, como todos los hombres.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Páginas de espuma, 2009

 

924 – Fantasías eróticas

 Fantasías eróticas se amontonan en el ángulo superior del Cuarto Veintisiete. Están a disposición de los clientes: ¡los hay tan poco imaginativos! Su condición mental las hace más livianas que el aire y el viento de los deseos frustrados las empuja hacia el rincón más alejado de la puerta. Algunos las miran durante horas enteras sin decidirse por ninguna. Para que esa fascinación no ocasione pérdidas a la Casa, se cobra por entrar al Cuarto Veintisiete una tarifa equivalente a la que pide La Que No Está.

Ana María Shua

912 – Apetencias eróticas

 Sobre las apetencias eróticas de ciertos microorganismos, se ha escrito poco. Como si todo en ellos fuera solamente reproducirse, como si no existieran esos bailes feroces, el cortejo desmesurado en relación con su tamaño, el lento despojarse de las membranas que culmina en la fusión de citoplasmas, la vibración salvaje de las columnas de ADN enroscándose y desenroscándose en un minúsculo pero enfebrecido gozar, con las cilias desatadas al viento líquido del agar agar, haciendo temblar, en fin, la mano de quien pretenda describir su frenesí o consignarlo, confundiendo las conexiones axón-dendrita para que sobre sus apetencias eróticas se siga escribiendo poco, muy poco.

Ana María Shua

901 – La temporada de fantasmas

 Se abre la temporada de fantasmas. El primer fantasma entra en un bar. El tipo que atiende la barra le ofrece un whisky. Nunca tuve oportunidad de probar la coca-cola, le dice el fantasma, muy triste. Pero cuando se la traen y trata de tomársela, el líquido le atraviesa la niebla y se derrama. Pronto empezarán a llegar los turistas y el dueño del bar quiere tenerlo limpio. Al mismo tiempo, los fantasmas son la principal atracción para los clientes. Los gustos, piensa el hombre con fastidio, hay que dárselos en vida.

Ana María Shua