2.010 – Las moscas

jj millas2  Estos primeros días de septiembre, en el campo, son duros para los insectos: entran las moscas por la ventana, atolondradas, en busca de un poco de calor, y te das cuenta de que ya están tocadas por la muerte. Una de ellas se coloca sobre la pantalla del ordenador, fascinada por sus reflejos verdosos, y sigue dócilmente la trayectoria del cursor. Las letras van apareciendo a medida que recorre la pantalla, como si fueran producciones de su abdomen. Me hago, pues, la ilusión de que el texto es de ella; quizá sabe que tiene que morir con el frío de una de estas madrugadas de septiembre y quiere contar al universo cómo se soporta una existencia de mierda que por fortuna, sólo dura un verano.
Mala época esta para los insectos: ahora entra por la ventana de mi cuarto una avispa con el abdomen desgarrado por su propio aguijón; seguramente lo ha metido donde no debía. El aguijón de las avispas está preparado para atacar a animales de cuerpo quebradizo, de donde entra y sale con facilidad, pero si pican a un mamífero el arpón queda atrapado entre sus carnes y al intentar sacarlo se abre a sí misma en canal. Tiene los segundos contados esta avispa que vuela atropelladamente antes de caer, arrugada, sobre los periódicos del día.
También ahora, los zánganos de las abejas son expulsados a empujones de la colmena. Quizá recuerden, mientras la intemperie los mata, los mediodías dorados por el sol en que fueron el juguete, sexual de una reina. Septiembre, a menos que seas una reina altiva o una obrera sumisa, te va a poner un nudo en la garganta, ya verás. La mosca responsable de esta columna lo sabía bien: acaba de morir sobre una tecla, de manera que cierro sobre ella, respetuosamente, la tapa de mi ordenador, como si fuera el ataúd que la naturaleza no le da. Buenos días, tristeza.

Juan José Millás
Cuerpo y prótesis. Ed El País. 2001

2.009 – Ayyy

Angelica_Gorodischer  Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era su marido. .
-¡Ayyyy! -gritó ella- ¡pero si vos estás muerto!
Él sonrió, entró y cerró la puerta. Se la llevó al dormitorio mientras ella seguía gritando, la puso en la cama, le sacó la ropa e hicieron el amor. Una vez. Dos veces. Tres. Una semana entera, mañana, tarde y noche haciendo el amor divina, maravillosa, estupendamente.
Sonó el timbre y ella fue a abrir la puerta. Era la vecina.
-¡Ayyyyy! -gritó la vecina-, ¡pero si vos estás muerta! -y se desmayó.
Ella se dio cuenta de que hacía una semana que no se levantaba de la cama para nada, ni para comer ni para ir al baño. Se dio vuelta y ahí estaba su marido, en la puerta del dormitorio:
-¿Vamos yendo, querida? -dijo y sonreía.

Angélica Gorodischer
Por favor, sea breve. Ed. Páginas de espuma. 2001

2.008 – El arañazo

alonsoibarrola  Tenía un carácter irascible. Amaba a su mujer, a sus hijos y a su coche, especialmente a este último. Un día, fueron todos en el coche a visitar un gran zoo, donde los animales vivían en plena libertad. Tomaron las precauciones indicadas al entrar en la zona de los leones, cerrando herméticamente todas las ventanillas. Los leones dormían apaciblemente y un guardia, solícito y con el ánimo, sin duda, de ganarse una propina, empujó con su «jeep» a uno de ellos, de porte majestuoso, para que pudiera obtener una buena fotografía. El león mostró desgana y disgusto y de un zarpazo arañó la carrocería del coche. Su propietario, indignado, salió del interior y con una llave inglesa propinó un tremendo golpe en todo el morro al león que, asombrado, huyó despavorido. El guardia protestó, pero el conductor, ciego de furor, se abalanzó contra su garganta y no lo mató porque intervinieron a tiempo su mujer, hijos y compañeros del guardia, que tras ímprobos esfuerzos, lograron dominarlo finalmente.

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

2.006 – A la mañana…

espido_freire   A la mañana siguiente del naufragio los niños bucearon en busca de tesoros, curioseando por las ventanas de los camarotes. Vieron cofres cerrados, marineros muertos atrapados bajo el agua; vieron una enorme cola de pez en la mesa de la cocina, y, colgado de un gancho, un torso descuartizado de mujer.

Espido Freire
Cuentos malvados. Paginas de espuma. 2010

2.005 – El ruido y el frío

raul ariza escritor 01  El árbol que hay a la entrada de casa no para de soplar sus hojas al viento. El muy tonto. Si sigue así no tardará en quedarse sin nada con lo que cubrirse.
Si yo fuese él, me enroscaría en mí mismo convirtiéndome en una caracola. Para conseguirlo, uno tiene que plegar las piernas, meter la cabeza entre ellas y abrazarse muy fuerte durante unos segundos. En el cole hacemos la caracola de vez en cuando y a todos nos resulta la mar de fácil, por lo que no entiendo cómo el árbol no sabe hacerla. Parece que esté tonto.
Aquí, dentro de casa, apenas siento el frío que a través del cristal noto que hace afuera. Seguro que el árbol lo está pasando fatal.
Aquí lo que hay es mucho ruido porque mamá lleva toda la tarde en un llanto. Empezó a llorar hace más o menos una hora, cuando papá le alzó la mano y le gritó que era una puta, y desde entonces no ha parado. Luego, entre gritos, papá le ha dado un empujón y la ha tirado al suelo, con lo que mamá se ha puesto a llorar aún con más fuerza. Y así sigue.
El ruido es tan insoportable, que papá ha tenido que irse de casa dando un portazo y renegando entre lágrimas. Entonces ha sido cuando yo me he venido corriendo a la ventana a ver dónde iba papá y, al pegar la nariz al frío cristal, he visto cómo el árbol le soplaba sus hojas al viento.
Voy a fijarme detenidamente a ver si lo veo tiritar, al muy tonto.

Raúl Ariza
La suave piel de la anaconda. Ed. Talentura. 2012
http://elalmadifusa.blogspot.com.es/

2.004 – Índice

alejandra-diazortiz23  Estaba hasta los átonos de sus tildes.
¿Cómo fue que su íntimo mundo de mutua admiración se transformó en aquel desolado universo de eterna interrogación? Mientras reflexionaba buscando alguna respuesta, movía la cabeza de un lado a otro, tratando de esquivar la amenaza de su desquiciante dedo índice, erguido frente a sus ojos.
¡Para ya tus pies de página!, quiso gritarle. En cambio, bajó la voz, la cabeza y la razón. Suavemente suplicó:
-Por favor, no me hables con mayúsculas…

Alejandra Díaz-Ortiz
No hay tres sin dos.Trama Editorial 2014

2.003 – Premio imposible

alonso-ibarrola2-300x200  El tren marchaba lentamente, abarrotado de viajeros, que inundaban todos los departamentos y pasillos de los vagones. Mac, en su departamento, había repartido lápices y papel en silencio a sus compañeros de viaje que le miraron asombrados cuando explicó su comportamiento:
-Soy el representante de una importante sociedad filantrópica. Desde hace veinte años recorro el mundo tratando de entregar un millón de pesetas al suicida que escriba la mejor carta de despedida, pero nadie se anima a hacerlo. Todos empezaron a devolverle el instrumental, menos un señor de gafas, pequeño. Escribía y escribía. Al cabo de una hora entregó tres cuartillas a Mac. Éste comenzó a llorar emocionado nada más leer la mitad de la primera cuartilla.
-¡Por fin! -exclamó al terminar su lectura- ¡He aquí una carta digna de premio! Claro está -comenzó a decir lentamente- que para que… el premio pueda adjudicarse, es necesario… -miraba al hombrecillo fijamente-. En fin usted ya comprende… falta un requisito esencial… usted está vivo y…
El hombrecillo comprendió perfectamente. Se quitó las gafas cuidadosamente y las introdujo en el bolsillo de su chaqueta. Se dirigió a la ventanilla, la abrió con dulzura y exhibiendo una sonrisa vanidosa a sus compañeros de viaje, se lanzó al exterior, contraviniendo claramente la orden de un letrero que decía: «Prohibido asomarse al exterior».
Mac, con un gesto airado, se lamentó:
-¡Siempre me ocurre lo mismo, qué desgracia!
Y abriendo la portezuela del departamento, exclamó:
-¡Pase, señora, hay un asiento libre!

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

2.002 – Sarmiento quebrado

javier_ximens  Como un vástago arrancado de la cepa me sentí cuando tuve que abandonar mi tronco, mis surcos, el olor a tierra regada, el sabor del tocino, el vino seco de la bota y a mi gente para ir a la guerra.
Mi madre: aroma de heno, silencios amorosos, aljibe de consuelos, troje de recuerdos, tacto rugoso de su lana. Su toquilla.
Mi María: aquel beso en los caños, como brisa del atardecer, suave y tímido, pluma acariciando mis labios; su cuerpo en la era, la cabeza sobre la albarda; el brillo de sus ojos, el cielo en la tierra. Su chal.
Mi Carmencita: queso ahumado con jaras, sabor a pan recién horneado, risas de jilgueros en flor, simiente de esperanzas; acariciar su piel, pasar la mano por la mies. Su mantilla.
La matanza. Cuerpos socarrados abiertos en canal. Barrigas hinchadas. Carne chamuscada. Tripas serpenteantes. Moscas a la sangre coagulada. Chicharras con gritos de espanto. Miradas acres de árboles calcinados. Hedor de cadáveres sazonados con pólvora. Matarifes en retaguardia.
En el rastrojo, entre espigas humanas segadas y con el cielo azul por mortaja, veo tres estrellas de luto: decidles que no me esperen para la vendimia.

Javier Ximens
http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/2014/06/sarmiento-quebrado.html

2.001 – Las equivalencias del tiempo

fernando-leon-de-aranoa02  Sesenta segundos son casi setenta en las salas de espera de los hospitales, ochenta en las habitaciones vacías del desempleo, noventa en los cuartitos oscuros, pentagonales, de la tortura. Un mes en la cárcel son tres al otro lado del muro, nueve si afuera lo espera a uno un hijo, doce cuando se está enamorado. Un año en el exilio son cinco en la casa de uno, con su parque próximo en otoño, con su panadería habitual y su paseo a media tarde. Tres horas son seis en un control militar, nueve cuando se está de rodillas, pidiendo, en las aceras céntricas de la pobreza. Un minuto son diez ante el gatillo del asesino.
Pero la vida, esta vida sin ti, no acaba nunca.

Fernando León de Aranoa
Aquí yacen dragones. Seix Barral, Biblioteca Breve.2013