1.827 – En defensa del oficio

Rogelio Guedea  Los que no escriben saben que escribir es fácil. Que para ello sólo es necesario un jardín, una mujer y un hombre que, por alguna circunstancia de la vida, ha olvidado la cita. Los que no escriben saben que eso es suficiente para escribir una novela o un cuento, según si en medio del hombre y la mujer interviene un tercero con intenciones de contrariarlo todo. De eso dependen la extensión y la intención de la historia. Sin embargo, los que escriben piensan todo lo contrario, y si se empeñan en estar horas enteras frente a la página en blanco, quemándose las pestañas y la sesera, creando largos e intrincados argumentos, es sólo porque quisieran encontrar, finalmente, esa verdad que de tan buena fuente saben los que no escriben.

Rogelio Guedea
Antología del microrrelato hispánico. Ed. Menoscuarto.2005

1.826 – La paz

Pablo Urbanyi  Por fin, luego de años de practicar yoga, de comer sólo vegetales o comida macrobiótica, de estudiar budismo y sufismo, psicoanalizarse durante una década, la paz infinita que anheló toda su vida descendió sobre él; sin embargo, nunca se enteraría ni lo disfrutaría.

Pablo Urbanyi
Antología del microrrelato hispánico. Ed. Menoscuarto.2005

1.824 – Homenajes

eduardo galeano34  Hoy es el Día de la mujer.
A lo largo de la historia, varios pensadores, humanos y divinos, todos machos, se han ocupado de la mujer, por diversas razones:
• Por su anatomía
Aristóteles: La mujer es un hombre incompleto.
Santo Tomás de Aquino: La mujer es un error de la naturaleza, nace de un esperma en mal estado.
Martín Lutero: Los hombres tienen hombros anchos y caderas estrechas. Están dotados de inteligencia. Las mujeres tienen hombros estrechos y caderas anchas, para tener hijos y quedarse en casa.
• Por su naturaleza
Francisco de Quevedo: Las gallinas ponen huevos y las mujeres, cuernos.
San Juan Damasceno: La mujer es una burra tozuda.
Arthur Schopenhauer: La mujer es un animal de pelo largo y pensamiento corto.
• Por su destino
Dijo Yahvé a la mujer, según la Biblia: Tu marido te dominará.
Dijo Alá a Mahoma, según el Corán: Las buenas mujeres son obedientes.

Eduardo Galeano

Los hijos de los días. © Siglo XXI de España Editores. 2012

1.823 – Repeticiones

Esteban Dublin  —¿Cómo es que se llama la niña?
—Valeria, abuela —repito—. Se llama Valeria. Y no es una niña. Es mi esposa.
—Ah, claro. Qué día lindo el que hace, ¿no?
—Sí, abuela. Es un lindo día.
—Mucho sol tan tremendo, ¿no?
—Por estos días está haciendo mucho sol, sí, señora.
—Gracias a Dios, ¿no?
—Sí, señora, hay que darle gracias.
—¿Y qué vas a hacer ahora?
—Me voy a trabajar después del almuerzo, abuela.
—Ah, sí. El almuerzo de hoy estaba lo más de bueno…
—Me alegra mucho, abuela. Mañana podemos comer otra cosa, si quiere.
—Huy, sí, es que ya estoy cansada del pollo.
—No hay problema. ¿Qué le provocaría?
—Pollo, mijo. Usted sabe que me gusta el pollo.
—Con mucho gusto, abuela.
—Mijo…
—Dígame…
—¿Cómo es que se llama la niña?

Esteban Dublín

http://estebandublin.blogspot.com.es/

1.822 – Mi muro

daniel sanchez bonet  Sus comentarios cesaron de repente en mi muro de Facebook. También, las fotografías y videos en los que salíamos juntos y sonrientes. Del mismo modo, dejaron de aparecer aquellas canciones de amor que me dedicaba a medianoche y aquellos buenos días escritos a primera hora de la mañana. Ahora, por desgracia, ella ha decidido volver con su ex y como cabía esperar, todo ha cambiado definitivamente.
Sobre todo, nuestra discreción.

Daniel Sánchez Bonet

http://microrrelatoapeso.wordpress.com/2011/10/18/mi-muro/

1.821 – Cierta luz

carmela greciet2  Quise reconciliarme con Marga haciéndole el amor en la bañera, donde, como tantas veces, ella se había refugiado. La amé con dulzura y saña entre la bruma hasta que apagué mi furia y entonces reparé en la terrible quemazón del agua. Quise apoyarme en Marga para incorporarme, pero mis manos chapotearon en un líquido hirviente y denso sin conseguir encontrarla. Salí de la bañera de un salto, muy asustado, y empecé a llamarla, mientras, de rodillas, seguía tanteando, pero de nuevo mis dedos se hundieron en aquel caldo. Aún hubo de despejarse el vaho para que pudiera ver con claridad qué le había pasado: Marga se había deshecho, se había licuado en una sopa viscosa y algo rojiza en la que aún podían distinguirse los promontorios de sus senos y de sus rodillas y su largo pelo negro flotando a la deriva. Las órbitas de sus ojos, ya muy separadas, me miraron suplicantes y quise ayudarla. Sin embargo, cuando ya solo se distinguía de Marga nada más que su rostro descabalado, me pareció ver en él cierta luz, una semisonrisa triunfal, aunque distorsionada, que quizá tan solo fuera espejismo, pero que reavivó mi rabia, así que tiré del tapón y aquel líquido espeso que era Marga mezclada con mi semen se fue por la tubería girando trabajosamente en remolino. Marga.

Carmela Greciet

http://www.revistaclarin.com/505/carmela-greciet/

1.820 – Conveniencias

sara lew  Tras una oportuna llamada de advertencia, la grúa se lleva al desguace el vetusto coche estacionado durante meses en el mismo sitio. El vecino del tercero se apresura a ocupar la plaza vacía con su furgoneta. La señora del bajo se alegra de no tener que ver más esa cochambre frente a su puerta. La anciana de enfrente, aunque apenada, admite que el automóvil de su difunto esposo ya no podía seguir allí. Y el pandillero del ático, satisfecho, se regodea pensando en que el cuerpo que escondió en el maletero, será pronto un amasijo prensado entre la chatarra.

Sara Lew
http://elmicrorrelatista.blogspot.com.es/search/label/Sara%20Lew

1.819 – Senti(dos)

alejandra diaz ortiz  Al escuchar aquella voz en el telefonillo, un latigazo le recorrió la espalda. Su sentido del oído se activó de inmediato. Se miró en el espejo antes de abrir la puerta.
No pudo evitar que su vista se relamiera sobre aquella hermosa mujer que pretendía hacerle una encuesta para alguna cosa que él no quiso entender. El aroma del perfume de ella le desquició el olfato: sintió la imperiosa necesidad de sentir el tacto de su piel.
No lo pudo evitar. Se entregó, sin reservas, al gusto embriagador de morderla y devorarla, dando gracias a la vida por haberle enviado tan exquisito manjar.
Antes de dormir la siesta, tuvo un dejo de arrepentimiento. De esa mujer se podría haber enamorado.
A veces odiaba ser un caníbal…

Alejandra Díaz-Ortiz
Cuentos chinos.Trama Editorial 2009