2.090 – Fuerza de voluntad

a_maria_shua  Yo tengo mucha fuerza de voluntad. La tengo aquí, en esta caja de madera con incrustaciones de nácar. La caja era mi abuelo paterno y vino con él de Beirut, pero estaba vacía. Ahora la uso para acumular los excedentes de energía vital que de otro modo, ciertas noches, me provocarían insomnio. Obligada a la oscuridad y la quietud, la energía vital se convierte al poco tiempo en fuerza de voluntad de excelente factura que podría ponerme ahora mismo si quisiera, si tuviera sólo tuviera ánimo para abrir la maldita caja.

Ana María Shua

Cazadores de letras. Minificción reunida. Ed. Páginas de espuma, 2009

2.089 – Anamnesis

javier Ximens  A mi abuelo lo habían matado en la guerra. Mi padre, que entonces tenía nueve años, nunca me habló de ello. Siempre que pasábamos por las ruinas del Parador de San Prudencio me hacía detener el coche. Con la cabeza gacha apoyaba la mano en el muro. Luego, con lágrimas en los ojos, miraba el valle del Tiétar.
La otra noche regresábamos de Talavera en la furgoneta, al tomar la curva que enfila la posada me deslumbraron unos focos y fuimos a estrellarnos al portalón. Aturdidos nos bajamos, metimos el carro en el patio y desenganchamos las mulas. No advertí nada extraordinario. El posadero le llamó «¡Benito!», como a mi abuelo, y a mí «zagal», y me dijo que diera de beber a las caballerías. Me dejaron solo. Al poco, llegó un camión lleno de hombres armados. Lo vi todo, a culatazos sacaron a mi padre, a otros arrieros, al ventero y a su mujer. Les dispararon en la cabeza. ¡Pum! ¡Pum! ¡Pum!
Al rato sentí que me hablaban, oí entre sueños la sirena de una ambulancia. Cuando me recuperé estaba aquí, en el hospital. Más tarde me dijeron lo del accidente y que él había muerto. ¿Entiende?

Javier Ximens
http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/2014/07/anamnesis.html

2.088 – El monstruo debajo de la cama

monstruo  Ella no tiene habilidad ninguna para recogerse el pelo, por eso, todas las mañanas, su papá le hace las coletas antes de ir al cole. Él la quiere mucho. Le compra un montón de cosas, es superdivertido, y muy valiente.Todas las noches entra en su habitación a espantar al monstruo de debajo de la cama. Luego se acuesta a su lado, y le dice que no haga ruido, y la abraza tan fuerte que, algunas veces, le cuesta un poco respirar. El monstruo, debe irse entonces debajo de la cama de mamá porque, mientras papá está con ella, siempre la escucha llorar en su cuarto.

Antonio Ávila Calmaestra
VIII Edición de Relatos en Cadena (Finalistas)
http://escueladeescritores.com/concurso-finalistas-rec-2014/

2.087 – Vendedor de libros

 alonso-ibarrola2-300x200  Habían respondido a un anuncio del diario, en el que solicitaban «vendedores jóvenes, dinámicos y agresivos». Fueron convocados y seleccionados una veintena. Se trataba de vender a domicilio una «fabulosa enciclopedia» con las «máximas facilidades de pago». Previamente fueron instruidos en un rápido cursillo que los iba a capacitar para ser unos «vendedores natos». Se pasaron toda la noche aprendiendo las argumentaciones que al día siguiente recitaron al Jefe del cursillo, a manera de examen final. El citado actuaba como un posible comprador y cada presunto vendedor debía salir airoso de todas las dificultades que les planteaba. Luego, todos juntos, escucharon las respectivas cintas magnetofónicas. En una de ellas, al final, se oyeron sollozos, llantos, súplicas, palabras entrecortadas, «Por Dios, por lo que más quiera…» y «Necesito trabajar». El jefe del cursillo aconsejó que este tipo de argumentación melodramática fuese utilizada solamente en última instancia y en casos muy concretos.

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

2.086 – Algo ha cambiado

violenciagenero2  Hoy parece que ella tiene la voz todavía más dulce que ayer. Me habla sin miedo, como se hablan las parejas. Me mira a los ojos sin parpadear. Yo la acaricio, la beso… A veces la aseo como puedo y cepillo su cabello. Ya casi no llora o, al menos, parece evitarlo cuando estoy delante. No ha vuelto a intentar gritar y, alguna vez, me ha parecido que esbozaba una sonrisa cuando le doy de comer esa crema de calabaza con picatostes que tanto le gusta. Temo equivocarme, precipitarme, pero siento en mi interior que pronto podré desatarla. Al menos las manos, para que podamos abrazarnos.

Salvador Terceño Raposo
VIII Edición de Relatos en Cadena (Finalistas)
http://escueladeescritores.com/concurso-finalistas-rec-2014/

2.085 – Ojo con la automedicación

millas23  Es conocido que sólo tomamos conciencia del cuerpo cuando nos duele algo. Carecemos de cabeza, por citar un órgano, hasta la aparición de la primera migraña (o de la primera idea obsesiva). Personalmente, prefiero que me duela algo. No que me duela mucho, se entiende, pero sí lo bastante como para que me resulte imposible olvidar que soy frágil, que tengo que morir, que la plenitud no es de este mundo (ni de ningún otro, que se sepa). Una pequeña dolencia crónica, no demasiado molesta, le obliga a uno a relativizar las cosas y lo mantiene atado a la tierra, al polvo (es decir, al cuerpo). Por alguna razón, yo soy mejor persona cuando me duele algo que cuando no me duele nada (no descarto que estos ataques de bondad estén relacionados con las medicinas, sobre todo las que incluyen alguna porción de codeína, una sustancia que me inclina al bien).
En cualquier caso, tampoco es habitual que no duela nada. Un cuerpo estándar de hombre (1,75 de estatura y 70 kilos de peso) posee más complejidades que un rascacielos de doscientos metros. Los rascacielos disponen de un servicio de mantenimiento preparado para reparar en el acto cualquier desperfecto. Los cuerpos tienen la Seguridad Social, que no es tan solícita como los fontaneros o los albañiles de los hoteles de 400 habitaciones. De ahí la automedicación y, en general, la autoayuda. ¿Que hay una migraña en el último piso? Pues analgésico al canto (mejor con codeína). ¿Dolor en las lumbares? Ibuprofeno a toda pastilla (y perdón por la redundancia). ¿Dificultades con el sexo? Viagra a granel. Y así, mal que bien, vamos tirando.
Con los países sucede algo parecido a lo que ocurre con los cuerpos: que no los notas hasta que no te duelen. Y España lleva una temporada que, con perdón de Unamuno, no deja de dar la lata. Que nos duela un poco no está mal, así somos conscientes de ella. Pero lo de los últimos tiempos, por unas cosas o por otras, es un sinvivir. El problema es que acudes a los médicos (o sea, a los políticos) y a la segunda frase adviertes que no tienen ni idea de nada (ni del diagnóstico ni de las soluciones), están tan desconcertados como uno. Lo malo es que la automedicación, en lo que se refiere a la patria, es verdaderamente peligrosa.

Juan José Millás
Articuentos completos. Ed. Seix barral. 2011

2.083 – Literal

david_lagmanovich_jmv  Mi mente es literal. Cuando les sugerí que probaran la fruta del árbol, quise decir exactamente eso. No es culpa mía si ellos tomaron mis dichos, inocentemente gastronómicos, en un sentido metafórico que irritó al dueño del jardín -dijo la serpiente.

David Lagmanovich
Los cuatro elementos. Ed. Menoscuarto.2007

2.082 – Sociedad de consumo

 

luisavalenzuela  Un sonido acuchillante como el de la puerta de un ascensor al cerrarse de golpe: una guillotina. Mientras él es nuestro prisionero le tenemos reservado un infierno de sonidos para que no olvide el miedo, para que no deje de preguntarse a cada segundo qué es lo que le aguarda.
Aguanta en silencio, desesperado, atento, girando la cabeza sin lograr enterarse de nada. A veces le ponemos una venda en los ojos, otras lo dejamos a oscuras, atado y amordazado, y nos movemos con sumo sigilo por la pieza pero no con sigilo completo, justo el necesario para que intuya que hay presencias amenazadoras que lo rondan. Podríamos matarlo de un susto o simplemente enloquecerlo. Se merece cualquiera de estas alternativas que no ponemos en práctica porque no somos sádicos, no señor, somos profesionales.
A todos nuestros prisioneros los alimentamos regularmente pero siempre a oscuras para desconcertarles el gusto. La escalada de amenazas debe ser calibrada con sabiduría. Con arte. Acabamos de contratar a Martorelli, el conocido sonidista de Radio Nacional, para que haga los efectos especiales más escalofriantes. Ahora funciona mejor el trabajo y, cuando le quitamos la mordaza, el prisionero grita de terror, proporcionándonos un material invalorable para futuras sesiones.
En la cámara de torturas hemos instalado un equipo de sonido cuadrafónico que es una verdadera joya. El sistema se torna cada vez más complejo y por lo tanto más costoso pero poco nos importa porque ellos parecen dispuestos a pagar. Nuestra propuesta es de alta eficacia y hasta indolora, si se la mira bien.
No deja huella. Si los negocios marchan como hasta ahora vamos a poder aplicar el rayo láser que permite un precisión maravillosa en diversos aspectos, así como otras glorias de la tecnología de avanzada. Se puede decir que ya contamos virtualmente con estas mejoras, porque cada vez es mayor el número de altos ejecutivos -oficiales o no- que requieren nuestro servicio personalizado. Ellos también pretenden saber de qué se trata. Ellos quieren experimentar en carne propia lo que los otros no vivirán para contarles. No quieren perderse experiencia alguna, y nosotros estamos acá para satisfacer todas las exigencias del mercado.

Luisa Valenzuela
Juego de villanos. Thule Ediciones S.L. 2008