Un sonido acuchillante como el de la puerta de un ascensor al cerrarse de golpe: una guillotina. Mientras él es nuestro prisionero le tenemos reservado un infierno de sonidos para que no olvide el miedo, para que no deje de preguntarse a cada segundo qué es lo que le aguarda.
Aguanta en silencio, desesperado, atento, girando la cabeza sin lograr enterarse de nada. A veces le ponemos una venda en los ojos, otras lo dejamos a oscuras, atado y amordazado, y nos movemos con sumo sigilo por la pieza pero no con sigilo completo, justo el necesario para que intuya que hay presencias amenazadoras que lo rondan. Podríamos matarlo de un susto o simplemente enloquecerlo. Se merece cualquiera de estas alternativas que no ponemos en práctica porque no somos sádicos, no señor, somos profesionales.
A todos nuestros prisioneros los alimentamos regularmente pero siempre a oscuras para desconcertarles el gusto. La escalada de amenazas debe ser calibrada con sabiduría. Con arte. Acabamos de contratar a Martorelli, el conocido sonidista de Radio Nacional, para que haga los efectos especiales más escalofriantes. Ahora funciona mejor el trabajo y, cuando le quitamos la mordaza, el prisionero grita de terror, proporcionándonos un material invalorable para futuras sesiones.
En la cámara de torturas hemos instalado un equipo de sonido cuadrafónico que es una verdadera joya. El sistema se torna cada vez más complejo y por lo tanto más costoso pero poco nos importa porque ellos parecen dispuestos a pagar. Nuestra propuesta es de alta eficacia y hasta indolora, si se la mira bien.
No deja huella. Si los negocios marchan como hasta ahora vamos a poder aplicar el rayo láser que permite un precisión maravillosa en diversos aspectos, así como otras glorias de la tecnología de avanzada. Se puede decir que ya contamos virtualmente con estas mejoras, porque cada vez es mayor el número de altos ejecutivos -oficiales o no- que requieren nuestro servicio personalizado. Ellos también pretenden saber de qué se trata. Ellos quieren experimentar en carne propia lo que los otros no vivirán para contarles. No quieren perderse experiencia alguna, y nosotros estamos acá para satisfacer todas las exigencias del mercado.