2.851 – Breve ensayo sobre la lucidez

rosana alonso  -¿Por qué me mira tan fijamente Gómez?, le gritó su jefe.
El hombre se disculpó, agachó la cabeza y siguió trabajando. Era una pregunta que escuchaba a menudo las últimas semanas. Esa tarde tenía cita con el oftalmólogo. El especialista no encontró ninguna anomalía en sus ojos, y tampoco consideró necesarias unas gafas. En vez de alegrarse comenzó a llorar.
-Algo va mal, seguro que estoy enfermo. Lo veo todo, ¿entiende?, todo.

Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012

2.840 – Ego, te absolvo

rosana alonso  Desde que han retirado a los mendigos de la calle, don Prudencio no duerme bien, apenas come y ya le da igual ganar o perder en la partida de ajedrez que juega en el casino. Echa de menos a los pobres en general, pero sobre todo al que se apostaba en la entrada de la iglesia los domingos. Con qué naturalidad aceptaba la moneda de dos euros que dejaba caer en la caja de latón al salir de misa con su familia, cargado de buenas intenciones, confesado y arrepentido. Con qué gratitud le miraban sus ojos acuosos y cruzados de venillas rojas otorgándole un alivio placentero.
Ahora lleva tres semanas sin verle, y ni los rezos, ni los golpes de pecho aplacan su angustia. Por eso hoy, al encontrar un indigente fugado durante su paseo vespertino, pone en su mano un billete de cien euros, se pone de rodillas y le ruega que vaya a la misa de doce, que sea su mendigo siempre. Siempre.

Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012

2.819 – Parientes S.A.

rosana alonso  -Aquí tiene la factura y el número de serie, su familia le espera tras esa puerta naranja.
El hombre asintió, conocía el procedimiento, ya había contratado antes los servicios de aquella empresa. Confiaba en no tener que realizar devoluciones. Si volvía a tener problemas, pensaba ponerles una reclamación por publicidad engañosa y se negaría a abonar los desperfectos. La primera vez, dada su poca experiencia, había actuado lo mejor posible: una nariz rota o un ojo hinchado eran poca cosa dado lo exasperantes que habían llegado a ser los familiares de ese lote.
En esta ocasión solicitó una familia estándar: mujer y dos críos. Eran igual que los del anuncio; igual de guapos, igual de sonrientes. Algo le dijo que en esta ocasión todo iría bien.

Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012

2.777 – De extinciones

rosana alonso  Hacía mucho tiempo que no veía una. Sin embargo, cuando paseaba con las niñas por el bosque, aún les decía que algunas mariposas en realidad son hadas.
Mientras ellas observan fascinadas el vuelo de una Macaón, se da cuenta de que en el suelo un hada agita las alas inútilmente. Por un instante contiene la respiración, pero esa piel grisácea, la cara arrugada y oscura, le provocan una curiosa mezcla de repulsión y pena. Sin decir nada, la pisa (siente en la suela ese leve crujir como de caparazón de insecto), llama a sus hijas y sigue su paseo.

Rosana Alonso
Los otros mundos. Ed. Talentura. 2012

1.781 – El intercambio

rosana alonso  No debí entrar en ese local. Era una noche insulsa y estaba solo en una ciudad desconocida. Mi puesto como representante farmacéutico peligraba y por eso acepté los cambios de zona que mi jefe asignaba arbitrariamente. No era capaz de dormir así que me levanté, me di una ducha y salí a la calle.
Caminé durante bastante tiempo, mis pasos sonaban duplicados, como si con cada taconeo mi sombra lanzara un eco a la noche. Entonces lo vi, era un local de esos con espectáculo, un cartel enorme anunciaba a un mago de nombre impronunciable. «Solo esta noche», avisaba un papel pegado en un extremo. Al entrar tuve la sensación de estar observando un paisaje submarino: los movimientos ralentizados y la gente oscilando con un vaivén de anémona. Una pálida camarera de ojos tristes me condujo a una de las mesas más cercanas al escenario, pedí un güisqui y me dediqué a contemplar a la gente. Dos mesas más allá de la mía un grupo de mujeres llamaba la atención bailando y riendo. Entonces me acordé de Elena, otra vez, y la punzada regresó después de tantos meses. Nos habíamos dado otra oportunidad, pasaríamos el fin de semana juntos para intentar reanimar nuestra relación, eso dijo.
Una música oriental anunció el comienzo del espectáculo. De ambos extremos del escenario comenzó a fluir una neblina. De entre el humo surgió una figura pequeña, el mago; no veía bien su rostro pero me pareció que tenía rasgos asiáticos. Comenzó con un juego conocido, ya saben, papeles rotos en mil fragmentos multicolores que se unen por arte de manos formando un arco iris íntegro de lado a lado. Después adivinó lo que algunos elegidos dibujaban en un cuaderno. Comencé a bostezar, todo era tan previsible. Entonces el hombrecillo me miró y me invitó a subir al escenario. El siguiente número, según pude entender, consistía en hacerme desaparecer ante los ojos de la audiencia, sin cajas ni ataúdes. Simplemente me colocó en el centro y comenzó a recitar una salmodia en un lenguaje desconocido. Mis sentidos se embotaron al principio pero luego me invadió una agradable sensación de liviandad.
Justo debajo del punto en el que me encontraba había unos pequeños orificios muy bien disimulados, de cada uno de ellos empezó a fluir un humo de color azulado que me rodeó por completó. Sentía que me elevaba y los oh… y ah… de asombro me llegaban desde abajo cada vez más lejanos y confusos. Estaba flotando sobre el humo azulado y alcancé a ver mi cuerpo, a la gente aplaudiendo entusiasmada y al mago inclinándose complacido. Algo no iba bien, mi cuerpo se movía, sonriendo y aplaudiendo también, pero no seguía mis órdenes. Yo seguía allá arriba, mezclado con el humo, yo mismo era esa niebla. Pensaba y razonaba pero carecía de cuerpo. Intenté regresar, pero mi carne era un caparazón que me rechazaba. Sólo pude observar impotente cómo mi cuerpo se sentaba en su mesa y continuaba disfrutando del espectáculo hasta el final.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces, desde mi nueva perspectiva el espacio es una metáfora y los relojes son una farsa. He adquirido ciertos poderes que me separan de lo humano pero sigo sintiéndome desdichado. Estoy encerrado en un laberinto dimensional mientras otro tipo con mi cuerpo anda por ahí disfrutando mi vida: consiguiendo el ascenso que siempre esperé, reconciliándose con Elena, gozando. No puedo hacer nada, le observo, a veces le grito, pero no me escucha.

Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012

1.431 – Amnesia

rosana alonso_01 Soy incapaz de reconocer al hombre que me mira desde el espejo, ni tampoco al hombre más joven en las fotos que esa mujer me muestra. En algunas aparezco junto a ella, siempre abrazados. La observo de reojo calibrando las formas bajo el vestido, sigue siendo atractiva. La mujer me besa, parece conocerme bien. Sin embargo, cuando hacemos el amor y aprieto su cuello delicado, sus ojos me miran como si fuera un extraño.

Rosana Alonso
Los otros mundos. Edit. Talentura, 2012

1.427 – Pandemia

rosana alonso_01 Los médicos aseguran que es una nueva enfermedad. Es como un virus: está en todas partes, lo inunda todo y no se ve. Por eso, aunque aún no ha llegado la primavera, la gente se echa a la calle y las parejas se aman en cualquier rincón; los niños corren y lanzan sus risas al aire helado de enero; los operarios en las fábricas silban canciones que habían olvidado. Los gobernantes observan lo que ocurre e imponen el toque de queda y el uso de mascarilla, pero es inútil. La confianza ha espantado las sombras que mantenían a la población acongojada y, de repente, todo es posible.

Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012

1.391 – Conspiración

 El psiquiatra le dio el alta porque ya no presentaba rasgos paranoides. El paciente no percibió la tensión en su mano al despedirle, ni la sonrisa falsa de la enfermera. Tampoco escuchó la conversación que mantuvieron en cuanto salió de la consulta. En el trabajo no reparó en los murmullos de los compañeros a sus espaldas. De vuelta a casa, no se fijó en el hombre que le seguía. Besó a su mujer sin detectar la mirada ansiosa y esquiva.
Esa noche, mientras él dormía, celebraron el éxito del tratamiento.

Rosana Alonso
Los otros mundos.Edit. Talentura, 2012