Hacía mucho tiempo que no veía una. Sin embargo, cuando paseaba con las niñas por el bosque, aún les decía que algunas mariposas en realidad son hadas.
Mientras ellas observan fascinadas el vuelo de una Macaón, se da cuenta de que en el suelo un hada agita las alas inútilmente. Por un instante contiene la respiración, pero esa piel grisácea, la cara arrugada y oscura, le provocan una curiosa mezcla de repulsión y pena. Sin decir nada, la pisa (siente en la suela ese leve crujir como de caparazón de insecto), llama a sus hijas y sigue su paseo.