-¿Por qué me mira tan fijamente Gómez?, le gritó su jefe.
El hombre se disculpó, agachó la cabeza y siguió trabajando. Era una pregunta que escuchaba a menudo las últimas semanas. Esa tarde tenía cita con el oftalmólogo. El especialista no encontró ninguna anomalía en sus ojos, y tampoco consideró necesarias unas gafas. En vez de alegrarse comenzó a llorar.
-Algo va mal, seguro que estoy enfermo. Lo veo todo, ¿entiende?, todo.