1.524 – Con la manos vacías

19_rocio_romero_peinado Vuelvo a mirar la calle y me asombro al ver que las farolas ya están encendidas. Casi no alumbran.
El joven que se acerca titubea frente a un portal y continúa. Parece fundirse entre las sombras. Imagino que es la persona a la que espero y pienso en ti durante un instante tan breve que apenas se distingue del siguiente.
Suena el timbre y compruebo que es él, el desconocido de mi cita, él, quien esta noche me obligue a olvidarte y me recuerde que mi amor, tu furia y mi huida me dejaron donde estoy, sepultada entre mil noches sin luz y con las manos vacías.

Rocío Romero
http://rromeropeinado.blogspot.com.es/2012/10/con-las-manos-vacias.html

1.522 – La confesión waldorf

PedroHerrero Se veía incapaz de decirle a su mujer que la engañaba. Al menos así, en frío, sin moverse siquiera un poco. Temía que al quedarse de pie en un rincón le vinieran rampas y que el bloqueo afectara también a sus cuerdas vocales. No quería que le temblara la voz en un momento tan delicado. Así que abrió el frigorífico y empezó a preparar una ensalada Waldorf. Explicó que la cena de ayer con los amigos se alargó más de la cuenta y cortó en juliana -después de lavarlos- cuatro tallos de apio blanco. Que alguien propuso después ir a bailar a un sitio de moda, que mezcló con dos manzanas peladas y cortadas a trozos, donde coincidió con una compañera de universidad y media cucharada de jugo de limón. Luego añadió 100 gramos de nueces peladas y batió la mayonesa con la crema de leche, a la que no veía desde que acabó la carrera, hasta formar una salsa fina. Y que cuando quiso darse cuenta y mezcló todos los ingredientes ya era demasiado tarde, y sirvió en un plato sobre lechuga picada.
Admitió que era la primera vez y que, con un poco de práctica, podía hacerlo mejor.

Pedro Herrero
http://www.humormio.blogspot.com.es/2012/06/la-confesion-waldorf.html

1.521 – Cortejo

miguel angel flores Ya era hora de que a mí también me tocara. Al Rufi le tocó una el año pasado, y ahora es su novia formal. Y a un tío mío le tocaron dos seguidas. Con una se casó a su manera y con la otra montó un negocio en la habitación del patio. Ya lo decía mi padre: hijo, búscate una que no te contradiga y que no huya. Y hoy hubo tómbola. Yo a ésta quiero conocerla antes. Ir poco a poco. Ahora mismo la saco de la caja. Mañana la desdoblo. Y si eso, a la noche, la inflo.

Miguel Ángel Flores
http://www.eternidadesypegos.blogspot.com.es/

1.520 – Cinceladas

Hugo Araiza Tras meses de entrenamiento, el aprendiz logró ver al ángel atrapado en el mármol. Tomó el cincel y martilló hasta tener su figura bien definida, a unos milímetros de tocar su carne. Pero la piedra se agrietó. El ángel extendió sus alas, se sacudió los guijarros y emprendió el vuelo sin más.
–No te preocupes –lo consoló el maestro escultor–, a todos se nos escapa el primero.

Hugo López Araiza Bravo

1.518 – El rito

ismael pinera tarque La ley estableció que sólo a aquellos a quienes sonriera la fortuna de alcanzar la provecta edad de cien años les sería dable acceder a la cámara más íntima del palacio real, a fin de presentar sus respetos al monarca. Éste, contrariando los protocolos, los aguardaría de pie, a la puerta de la gran sala, y los guiará del brazo hasta la puerta de la gran sala, y los guiaría del brazo hasta su propio trono, invitándolos a sentarse en él, hecho al que los ancianos accederían no sin visibles muestras de perplejidad. Una vez así acomodados, el monarca se dirigiría a ellos con el título de majestad y les rendiría todos los honores imaginables. El anciano, en fin, aun sin comprender cómo ni por qué, se convertía durante un rato en el rey que había ansiado ver. En caso de hesitación el monarca estaba autorizado, incluso, a confirmárselo de palabra:
-Vos sois, mi señor, el rey de este palacio -le diría al atribulado visitante.
A continuación, la guardia real entraría en la sala y uno de los lugartenientes se acercaría al anciano y, tras prosternarse ante él, lo degollaría de un limpio mandoble.
A cada ocasión, el trono real sufría la violencia de la sangre. Era el propio monarca quien, humildemente arrodillado en el suelo, lo limpiaba con minuciosidad hasta hacer desaparecer la última mancha. Y luego se sentaba a esperar.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

1.517 – Preguntas abiertas…

Pedro sanchez negreira En el instante en que le doy la espalda –después de un polvo subrepticio en el cuarto de los manteles del restaurante donde celebra la comunión de su hija pequeña– con el vestido aún arrollado alrededor de su cintura y el tanga en el suelo –enganchado al tacón de su zapato de fiesta– me pregunta, en un susurro como de letras minúsculas, si la amo de verdad o lo hago sólo por joder a su marido. Su marido –conviene aclararlo– no es otro que el cabrón de mi jefe……..
Me vuelvo y tomo su cara entre mis manos, mientras dejo que mi mirada se pasee por su piel percudida en un falso moreno, como de cartón antiguo. Me acerco dos pasos hacia ella hasta notar el roce de sus pezones en mi camisa. Al tiempo que cuelo mi muslo entre sus piernas, acerco mi boca a su oído con el único fin de que mi perfume se pegue a sus dudas. Entonces la miro a los ojos y sonriendo le respondo: «¿Tú qué crees?».

Pedro Sánchez Negreira
http://nalocos.blogspot.com.es/2013/01/pedro-sanchez-negreira.html

1.516 – Canción de cuna

julia otxoa_2 De noche, acostada en mi cama, poco antes de entrar dulcemente en el sueño, me gusta escuchar las sirenas de los grandes barcos deslizándose por el  mar, saludándose entre ellos o anunciando su entrada a puerto, como sereno lenguaje de entrecruzadas luces y sonidos  a través de la oscuridad. Lenguaje cuyos códigos desconozco, pero cuya melodía  llena mi ánimo de paz. Conocer que la ciudad donde vivo nunca tuvo mar, no disminuye un ápice cuanto siento.

Julia Otxoa
http://nalocos.blogspot.com.es/2013/03/julia-otxoa.html

1.515 – Robert Houdin

ana maria shua 8 Si su discípulo Houdini fue sobre todo un atleta, la clave de los trucos de Robert Houdin fue su profesión de relojero. Sin embargo, lo más importante para los dos, como para todos los ilusionistas, fue la comprensión psicológica de la ilusión, su aguda percepción de los huecos por donde atravesar el engaño.
Uno de los trucos de Houdin consistía en mostrar una liviana caja de acero, que hasta un niño podía levantar, y pedirle después a los hombres más fuertes del público que intentaran moverla, mientras la mantenía adosada al suelo con un enorme imán. El truco fue muy exitoso mientras Houdin afirmó que su poder mágico consistía en aumentar el peso de la caja. Pero pronto descubrió que la gente se impresionaba mucho más si afirmaba ser capaz de extraer la fuerza de un hombre, debilitándolo de tal modo que ya no pudiera mover el artilugio. Como ciertos autores que, en lugar de reconocer el peso específico de su novela, culpan a la debilidad del lector. Este truco se puede realizar sin utilizar imanes, pero es necesario contar con el férreo sostén de la crítica.

Ana María Shua
Fenómenos de circo. Ed. Páginas de espuma. 2011