Se veía incapaz de decirle a su mujer que la engañaba. Al menos así, en frío, sin moverse siquiera un poco. Temía que al quedarse de pie en un rincón le vinieran rampas y que el bloqueo afectara también a sus cuerdas vocales. No quería que le temblara la voz en un momento tan delicado. Así que abrió el frigorífico y empezó a preparar una ensalada Waldorf. Explicó que la cena de ayer con los amigos se alargó más de la cuenta y cortó en juliana -después de lavarlos- cuatro tallos de apio blanco. Que alguien propuso después ir a bailar a un sitio de moda, que mezcló con dos manzanas peladas y cortadas a trozos, donde coincidió con una compañera de universidad y media cucharada de jugo de limón. Luego añadió 100 gramos de nueces peladas y batió la mayonesa con la crema de leche, a la que no veía desde que acabó la carrera, hasta formar una salsa fina. Y que cuando quiso darse cuenta y mezcló todos los ingredientes ya era demasiado tarde, y sirvió en un plato sobre lechuga picada.
Admitió que era la primera vez y que, con un poco de práctica, podía hacerlo mejor.
Un comentario en «1.522 – La confesión waldorf»
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Enhorabuena Pedro. En este original texto dónde, como en la vida misma, se mezclan cosas, momentos. Tu receta de ensalada, llena de ingredientes, es exclusiva.
Saludos