3.391 – Cinceladas

   Tras meses de entrenamiento, el aprendiz logró ver al ángel atrapado en el mármol. Tomó el cincel y martilló hasta tener su figura bien definida, a unos milímetros de tocar su carne. Pero la piedra se agrietó. El ángel extendió sus alas, se sacudió los guijarros y emprendió el vuelo sin más.
—No te preocupes —lo consoló el maestro escultor—, a todos se nos escapa el primero.

Hugo López Araiza Bravo
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2.960 – Cotidiano

Hugo Lopez Araiza Bravo  Aquel día se despertó invisible. No se alarmó. Se vistió, bebió una taza de café y tomó el metro hacia la Secretaría. Pasó la jornada enterrado en trámites ajenos. Volvió a casa cuando todos dormían. A la mañana siguiente, se despertó visible. Todo transcurrió exactamente igual.

Hugo López Araiza Bravo
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2.926 – Tú no eres quien yo espero

Hugo Araiza  Justo antes de que llegara a la ventana, Rapunzel sacudió su trenza hasta hacer caer al príncipe al vacío. Lo mismo sucedió con los siguientes pretendientes. La bruja se inflaba de orgullo por el comportamiento ejemplar de su protegida. Hasta que un día llegó una princesa.

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2.893 – La bala

Hugo Lopez Araiza Bravo  La bala rompió el griterío desordenado de los machetazos ciegos, se abrió paso entre el rojo escándalo de herraduras y huaraches, penetró la pared de la agencia municipal, atravesó zumbante la oficina, desordenó todos los papeles, dejó un hoyo limpio en la silla de cuero del finado alcalde, persiguió al secretario que había logrado esconderse tras las cortinas, emergió triunfante a través de las puertas de doble aldaba, cruzó la plazuela del quiosco, despeinó las filas de arrayanes, espantó a las palomas que picoteaban la sanguinolencia desparramada en el empedrado, desgajó las baldosas de la pulquería, tronó cada uno de los jarros de curado de guayaba, salió en explosión de astillas por la ventana del retrete, recorrió el callejón del mercado negro, entró por la fuerza en la covacha de Mamá Carlota, apagó las lamparitas chinas del balcón de las hamacas y se fue a mezclar con las entrañas de Jacinto Rodríguez, comandante en jefe de las Fuerzas Insurgentes de Chuliapan, quien, tras haber comprendido que el último foco de la resistencia de los Altos sería devastado por la montada, había decidido pasar sus últimos minutos hundido en el regazo de su puta preferida.

Hugo López Araiza Bravo
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1.520 – Cinceladas

Hugo Araiza Tras meses de entrenamiento, el aprendiz logró ver al ángel atrapado en el mármol. Tomó el cincel y martilló hasta tener su figura bien definida, a unos milímetros de tocar su carne. Pero la piedra se agrietó. El ángel extendió sus alas, se sacudió los guijarros y emprendió el vuelo sin más.
–No te preocupes –lo consoló el maestro escultor–, a todos se nos escapa el primero.

Hugo López Araiza Bravo