1.162 – La noticia

 Era una mujer rubia, de unos cuarenta años, probablemente alemana. Se llamaba Gertrudis. Lo que decía era esto:
–A mí me han comido siete veces los dragones, pero siempre me tuvieron que vomitar.
–¡Ah! –dijo el periodista cortésmente, cerrando su libreta de apuntes–. ¿Y por qué, señora?
El estudiante de medicina que acompañaba al periodista sonrió al oír la palabra señora.
–Porque soy una diosa –dijo la señora Gertrudis.
–Una diosa –dijo el periodista.
–Sí. Fíjese –confió la señora Gertrudis señalando con el brazo a su alrededor, en un movimiento muy delicado–. Por mí caen todas las hojas del otoño. Miren cómo caen.
El periodista miró. El patio del manicomio estaba lleno de árboles, y de los árboles caían millares de hojas secas. Detrás de los muros había otros árboles y de ellos también caían las hojas, en una silenciosa, interminable, inundación. El periodista vio que caían por todas partes al mismo tiempo, acaso en todo el mundo, y se preguntó cómo iba a hacer para dar esa noticia.
Dijo:
–Por favor, señora, baje el brazo.
La señora Gertrudis, con pena, bajó el brazo. El aire se volvió otra vez limpio y puro, y el periodista se alegró de no tener que pasar una noticia tan extraña.

Rodolfo Walsh

http://nalocos.blogspot.com.es/2010/04/la-narrativa-breve-completa-de-rodolfo.html

1.161 – Distanciados

 Ella encendió el tocadiscos y sentada en la cama comenzó a desnudarse. Él se acomodó y se limitó a mirar.
Ella fue desvistiéndose sin prisa; primero la chaqueta, luego la blusa y después la falda. Él no quiso perder tiempo y fue bajándose la bragueta.
Mientras tarareaba una canción, ella se quitó el sujetador y el tanga. Él se acariciaba y solo era capaz de escuchar a su corazón desbocado.
Cuando ella se desnudó por completo apagó la luz, corrió las cortinas y bajó la persiana. Él se subió la cremallera y entre maldiciones arrojó los prismáticos al suelo.

Miguel Molina

http://en99palabras.blogspot.com.es/2012/02/distanciados.html

1.159 – Cenicienta

 Lejos estaba de imaginar que aquel beso perdido en mitad de la noche sería la sentencia al deseo perpetuo de volverlo a encontrar.
El problema era que los labios que iba probando no eran de su talla.
Tendría que seguir buscando.

Alejandra Díaz-Ortiz
Cuentos Chinos. Trama Editorial-2009

1.158 – ¡Suerte perra!

 Levantó la tapa de uno de los tambores y arriscó la nariz cuando el vaho pestilente emanó. Un perro olfateaba cerca. Vació la basura que traía y lo tapó nuevamente. Una arcada la hizo escupir el chicle que masticaba.
Agitando un periódico, con los ojos desorbitados, Javier llegó a la casa y llamó a gritos a su mujer
-¡Le acerté al Loto mijita! ¡Le acerté! –gritó el hombre.
Clara soltó el tarro de la basura y corrió a abrazarlo. Giraban en la habitación, riendo y llorando, sin pronunciar palabra, echando a volar su imaginación.
-¡El comprobante! –dijo el hombre. -¡Lo dejé aquí, sobre el mueble de la cocina!
Lo buscaron en cajones y repisas y éste no aparecía. Una desesperada angustia dio paso a la alegría inicial. Clara dio un grito.
– ¡La basura! ¡Yo limpié el mueble y boté recién la basura!
Escucharon el característico ruido de los tambores al rodar.
-¡Corre Clara, corre! ¡El camión se va! –apuró Javier.
Llegaron a la calle y emprendieron una loca carrera tras el vehículo, gritando y gesticulando.
El perro los vio pasar mientras intentaba despegarse un arrugado papel, adherido a su pata con un chicle.

Carlos Núñez Cerda
http://carnucer.blogspot.com.es/

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1.157 – El soñador

 Si ahora pudiera seguir durmiendo hasta que me diera la gana, apagar el despertador y hacer como si no hubiera sonado, llamar por teléfono a Tania para que viniera a despertarme y luego llamar al jefe para decirle que no voy a volver ni aunque me aumente el sueldo y me cambie de despacho, si pudiera decirle a mis hijos que soy débil y que estoy cansado, si pudiera confesarle a mis padres que mi puesto en la empresa es inferior al que ellos creen, si tuviera la fuerza de voluntad necesaria para dejar de fumar, si mi ex no me llamara por teléfono todos los días para hundirme en la miseria, si tuviera un buen coche o un buen cuerpo, si fuera capaz de comprometerme de veras con algo, si creyera en algunos de los muchos dioses que hay a mi alcance, si no me sintiera culpable por cada maldito error que cometo, si supiera disfrutar del momento, si olvidara el pasado y no me angustiara el futuro, si tuviera confianza en mí mismo, si fuera capaz de perseguir una ilusión, si no tuviera miedo a la muerte, si no tuviera miedo a la vida, si no me mintiera tanto, si no estuviera cerrando la puerta de casa un día más, bajando las escaleras y subiendo al autobús después de haber apagado el despertador un día más, de haberme duchado un día más,de haber desayunado en el bar de Pura un día más, si no estuviera de camino a la oficina un día más, si pudiera no ser yo mismo por un día.

Diagnóstico: Hipótesis (Prótasis condicional: Primera parte de una oración cuyo sentido queda incompleto y pendiente de ser completado por la segunda parte).

Flavia Company
Transtornos literarios. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.156 – El joven destinado a ser mi abuelo

 Para evitar que lo mandaran a la guerra, el joven destinado a ser mi abuelo se hizo arrancar todos los dientes pero no alcanzó. Entonces se cortó los dedos de la mano derecha pero no fue suficiente. De un hachazo le amputaron media pierna pero todavía no era bastante. Se introdujo un objeto punzante en el oído para provocarse sordera pero lo aprobaron de todos modos. Hasta que al fin se mutiló de modo tal que torció su destino: no lo mandaron a la guerra pero tampoco pudo ser mi abuelo.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.Ed. Páginas de Espuma 2009

1.155 – Un marido

 Soy enemigo de la injusticia. Me lo repito todos los días ante el espejo, en el cuarto de baño. Mi protesta ante una situación injusta no tiene límites… Perdón, los tiene. Lo admito noblemente. No soy capaz de arrodillarme en medio de la calle, rociarme con gasolina y prenderme fuego. Soy tímido, vergonzoso y mis alaridos de terror provocarían ciertamente la atención de todos. No me gusta llamar la atención. Hay otras maneras, otras formas. «Clic», la radio que deja de hablar. Resulta más difícil hacer lo mismo con el televisor. Mi familia protesta. Y entonces ¿qué puede hacer uno? Un amigo mío no soporta que nadie le contradiga. Su negativa la respalda con violentos puñetazos en la mesa, estrella botellas, vasos y platos contra la pared. ¿Sería yo capaz de hacer lo mismo?, me dije un día. ¿Por qué no? Y estrellé una jarra contra la pared. Estábamos todos sentados, ocupando un tresillo y el locutor decía estupideces. Hecha añicos, los cristales se esparcieron por la habitación. «¡Recoge!», dijo ella, con voz seca y autoritaria. No tuvo la más mínima consideración hacia mi persona, hacia mi dignidad de padre. Delante de nuestros hijos tuve que recoger, uno por uno, todos los trozos de la jarra, arrodillado… Al estirar el brazo para recoger un trozo de cristal alejado, mi hija protestó: «Papá, agacha la cabeza que no me dejas ver…».

Alonso Ibarrola
Alonso Ibarrola. No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010

1.154 – Desde atrás

 Un amigo pintor prepara, sin prisa, una exposición de cuadros célebres vistos «desde atrás». Todo empezó el día en que se le ocurrió pintar como si estuviera ubicado realmente a espaldas de la Gioconda. En algunos cuadros, mi amigo resolvió espiar por los ojos de algún personaje perdido en el horizonte. En otros, hizo como si existiera allí tal personaje. Esto coloca a mi amigo en posición desventajosa porque debe contentarse con las migajas de los cuadros famosos, mientras que los artistas que él reverencia pasan a ser protagonistas de estas obras invertidas: la espalda de la Mona Lisa puede parecerse a cualquier espalda, no así el rostro de Leonardo contemplándola.
Aunque la idea me resulta ingeniosa, últimamente he comenzado a sospechar que esconde una intención velada. ¿No será que mi amigo anhela, en última instancia, que alguien vuelva a pintar en un futuro estas obras que se dicen canónicas, para que en ellas de frente y a las claras, se materialice un artista fisgón?

Eduardo Berti
El límite de la palabra (Edición de Laura Pollastri) ed. Mesnoscuarto, 2007
La vida imposible (Emecé, Buenos Aires, 2002)