El asiento

corbatas Por ejemplo, averiguar quién era la mujer que me estaba anudando la corbata, o quiénes eran esos niños que correteaban y me llamaban «papá», demasiadas cosas que averiguar. Desde que desperté del coma y la operación de estética mi vida se había convertido en una sinrazón.
Cuando dormía veía imágenes del avión en llamas y de los gritos y de los muertos, todos muertos. También recuerdo al hombre nervioso que me dijo al despegar: «¿Le importaría cambiarme el asiento? Tengo vértigo». Sin saberlo me estaba cambiando algo más que su asiento. Y su mujer ¿no lo intuía? ¿Tampoco su amante?
Intenté olvidar, sólo temía encontrarme algún día con mi verdadera mujer.

Miguel Ángel Córdoba Saelices

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