Cuando dentro de la ciudad de Gamud un hombre mata a otro, aunque sea en legítima defensa, ha de pagarlo con la vida. Únicamente puede salvarle una cosa. Si el muerto era casado, y el que lo mató no tiene inconveniente, vestir su ropa y acicalarse de modo que se le asemeje lo más posible, presentarse ante la mujer del difunto ataviado de esa manera y así conseguir hacerle comprender que en todo caso ella no perderá en el cambio. Si la mujer acepta, el hombre está salvado y desligado de anteriores compromisos. Su mujer, en ese caso, queda en la misma situación que si fuera soltera.
Así se han solucionado muchos conflictos de alcoba.
