3.542 – La vieja máquina

  El fotógrafo prepara su trípode y mete la cabeza bajo la manga. Aprieta el botón. Todo lo que hay delante del objetivo se precipita hacia él. Queda en el mundo un hueco incomprensible y ya no se podrá llenar con nada.

Antonio Fernández Molina
Más por menos. Antología de microrelatos hispánicos actuales. Sial ediciones-2011

3.491 – Con la mayor naturalidad

    Ignoraba quiénes eran sus padres y el lugar de su nacimiento. Tampoco tenía domicilio fijo.
Durante largas temporadas fue un perro vagabundo, sin amigos y maltratado por los hombres.
Con el discurrir de los años, la evolución de las costumbres y su inteligente aplicación en el trabajo, le proporcionaron la posibilidad de conseguir un puesto sobresaliente en la administración.
Era consultado con frecuencia para resolver cuestiones difíciles de alto interés en la vida civil.
Sus palabras se escuchaban con atención y se tenían muy en cuenta sus consejos y opiniones.
Comenzó a ser bien recibido en sociedad y alternaba con las mejores familias.
Su posición mejoraba a buen ritmo y, un día vio como, con la mayor naturalidad, las personas en torno suyo, en lugar de pronunciar palabras, empezaban a emitir ladridos.

Antonio Fernández Molina
Más por menos. Sial Ediciones.2011

3.470 – Instrucciones

    Alba y Rafael habían estado casados muchos años. Llegados a la vejez, Rafael advirtió que, durante toda la vida en común, su mujer se había relacionado con él emitiendo constantes instrucciones. Las cosas que debía hacer, las que no había hecho y las que había cumplido sin satisfacer a su cónyuge se transformaban en instrucciones precisas y ásperas, recibidas por él como descargas eléctricas. «Haz esto», «No hagas aquello» y «No lo hagas así» eran las fórmulas básicas. Rafael no osaba decir nada por miedo a que Alba le respondiera con un conjunto de instrucciones para quejarse. Sólo una vez dejó traslucir sus sentimientos. En el desván encontraron su cadáver con un papel prendido en la solapa, en el que había escrito: «¿Está bien así?».

Antonio Fernández Molina
Más por menos. Antología de microrelatos hispánicos actuales. Sial ediciones-2011

3.341 – El truco

   «… Y efectivamente, le cortaré la cabeza, señoras y señores».
El prestidigitador hizo una reverencia y el público estalló en carcajadas.
Salió un niño a la arena. Posiblemente el más feo, el peor vestido, el más desamparado de todos los niños que asistían a la función del circo.
El prestidigitador enseñaba la dentadura alrededor de la pista y el niño sostenía una sonrisa casi inmóvil, moviendo la cabeza, levemente inclinada. El prestidigitador le cogió por los cabellos, con la mano izquierda y con la derecha alzó un cuchillo.
—¡Qué horror!
La exclamación solitaria era enérgica y sincera, pero las carcajadas la borraron sin transición.
—Señoras y señores, esto es sumamente sencillo. Ustedes creerán ver lo que no vean…, mi habilidad es mucha, no en balde mi abuelo era verdugo, mi padre…, los tambores… maestros.
Comenzó el redoble, el prestidigitador dio un tajo y la cabeza del niño rodó por el suelo. La recogió en una espuerta y con la otra mano arrastró el cuerpo hacia el interior.
El público se sintió horrorizado durante unos instantes, pero después estalló en una ovación y en una salva de aplausos, mientras unos peones cubrían de arena el reguero de sangre que salía del cuello cercenado.

Antonio Fernández Molina
Antología del microrelato español (1906-2011). Ed. Catedra.2012

3.014 – El fin de la excursión

antonio fernandez molina2  Los excursionistas gozaban del paisaje. Lucía el sol y la temperatura era templada. Algunos apacibles animales pastaban en el prado. En medio de ellos había un hombre junto a una maleta abierta y vacía.
-¿Por qué no cierra la maleta? -le preguntó un excursionista entrometido.
El hombre no le hizo caso, pero el excursionista volvió a insistir una vez y otra.
Al final, haciendo un gesto decisivo, aquel hombre la cerró de golpe. Al mismo tiempo la luz se fue de repente, los excursionistas se quedaron a oscuras y muy pronto empezaron a notar cómo les faltaba el aire.

Antonio Fernandez Molina

2.999 – Pude salvarme

antonio fernandez molina  Esperaba tranquilo en la celda. Aunque me hubieran condenado a muerte, confiaba en que un rasgo de súbita inspiración me ayudaría a salvarme en el último momento.
Llegó la hora y la comitiva abrió la puerta de la celda. -Buenos días -dijo un sujeto con acento convencional-, le deseo -siguió en una ya absoluta metedura de pata que me hizo reír y contagió a todos los presentes. Cuando disminuyó el sonido de las carcajadas, pudo seguir.
-Bueno, bueno. Ha llegado el momento y usted puede formular su último deseo.
-Quiero… -titubeaba con la intención de ganar tiempo-. De pronto tuve un rasgo de súbita inspiración y seguí:
-Quiero mirarme en un espejo de cuerpo entero. Hubo silenciosas y rápidas consultas en el grupo y él me contestó:
-Enseguida.
No tardaron en traer un espejo de grandes dimensiones. Al colocarme ante él, sentí una voz susurrarme con energía: «¡Ahora!». Crucé el espejo con decisión y pude salvarme.

Antonio Fernandez Molina
La huellas del equilibrista. Ed Menoscuarto, 2005

2.959 – Escrituras

antonio fernandez molina2  La línea levantó la cabeza y me mordió la mano con que la escribía. Comprendí que mi obsesión con el microrrelato era excesiva y me puse a escribir un cuento de extensión convencional. Un párrafo se enroscó y saltó hacia mí, hiriéndome en el calcañar con su cola ponzoñosa. Entonces me instalé en el territorio más conocido de la novela. Algunos capítulos suscitan mi desconfianza. Vivo inquieto, maquinando estrategias para proteger la yugular.

Antonio Fernandez Molina
Ciempiés. Los microrelatos de quimera. Ed. Montesinos

2.928 – Erratas

antonio fernandez molina2  El corrector sentía que, dentro de la máquina, un duende malicioso se complacía en introducir errata tras errata. Donde debía decir «merecedora» aparecía mecedora; para «entretuve» le metía por las narices entre tubos; si se hablaba de Descartes, la sustitución por Ricarte parecía obligatoria. Él a veces pescaba la errata, y muchas veces no. Una tarde en que la lluvia de erratas parecía tan incontenible como una precipitación de meteoritos, en su desesperación metió la mano donde no debía y murió electrocutado. El periódico publicó al día siguiente una encomiosa nota necrológica, en la que se hablaba de su contradicción al trabajo y se lamentaba su imprevista definición.

Antonio Fernandez Molina
Ciempiés. Los microrelatos de quimera. Ed. Montesinos

2.888 – A las niñas de Gamud no se les corta el cordón umbilical…

antonio fernandez molina  A las niñas de Gamud no se les corta el cordón umbilical cuando nacen; lo conservan incorrupto, mediante un tratamiento que guardan oculto, y continúa creciendo. Rodea la cintura debajo de la ropa y es su garantía de virginidad. Cuando se casan, el marido lo desprende bruscamente y algunas mueren de la hemorragia que suele seguir. El que una muchacha sin su cordón umbilical pretendiera casarse es tan absurdo que ni siquiera se piensa en ello. Desde luego, las relaciones sexuales previas al matrimonio, con cualquier persona, no se consideran en ningún caso.
A las que no se casan, se les arranca el cordón el día de su muerte; con él se ciñen sus muñecas y así bajan a la tumba.
Si se da el caso de que una soltera no lo tenga, se oculta esta circunstancia por todos los medios. Incluso hablar de ello sólo se concibe en los medios más ruines.

Antonio Fernández Molina
Las huellas del equilibrista. Ed. Menoscuarto 2005