Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo “hasta mañana”. Con tal de no dejarme en paz, sigue penando entre los vivos.
Raúl Brasca
Me senté en el umbral de mi puerta a esperar que pasara el cadáver de mi enemigo. Pasó y me dijo “hasta mañana”. Con tal de no dejarme en paz, sigue penando entre los vivos.
Raúl Brasca
Yo ejercía entonces la medicina, en Humahuaca. Una tarde me trajeron un niño descalabrado: Se había caído por el precipicio de un cerro.
Cuando, para revisarlo, le quité el poncho, vi dos alas. Las examiné: estaban sanas. Apenas el niño pudo hablar le pregunté:
– ¿Por qué no volaste m’hijo, al sentirte caer?
– ¿Volar? -me dijo- ¿Volar, para que la gente se ría de mí?
Enrique Ánderson Imbert