Los sueños de Helena

eduardo galeano1 Aquella noche hacían cola los sueños, queriendo ser soñados, pero Helena no podía soñarlos a todos, no había manera. Uno de los sueños, desconocido, se recomendaba:
-Suéñeme, que le conviene. Suéñeme, que le va a gustar.
Hacían la cola unos cuantos sueños nuevos, jamás soñados, pero Helena reconocía al sueño bobo, que siempre volvía, ese pesado, y a otros sueños cómicos o sombríos que eran viejos conocidos de sus noches de mucho volar.

Eduardo Galeano

Los animales en el arca

marco_denevi_2 Sí, Noé cumplió la orden divina y embarcó en el arca un macho y una hembra de cada especie animal. Pero durante los cuarenta días y las cuarenta noches del diluvio ¿qué sucedió? Las bestias ¿resistieron las tentaciones de la convivencia y del encierro forzoso? Los animales salvajes, las fieras de los bosques y de los desiertos ¿se sometieron a las reglas de la urbanidad? La compañía, dentro del mismo barco, de las eternas víctimas y de los eternos victimarios ¿no desataría ningún crimen? Estoy viendo al león, al oso y a la víbora mandar al otro mundo, de un zarpazo o de una mordedura, a un pobre animalito indefenso. ¿Y quiénes serían los más indefensos sino los más hermosos? Porque los hermosos no tienen otra protección que su belleza. ¿De qué les serviría la belleza en un navío colmado de pasajeros de todas clases, todos asustados y malhumorados, muchos de ellos asesinos profesionales, individuos de mal carácter y sujetos de avería? Sólo se salvarían los de piel más dura, los de carne menos apetecible, los erizados de púas, de cuernos, de garras y de picos, los que alojan el veneno, los que se ocultan en la sombra, los más feos y los más fuertes. Cuando al cabo del diluvio Noé descendió a tierra, repobló el mundo con los sobrevivientes. Pero las criaturas más hermosas, las más delicadas y gratuitas, los puros lujos con que Dios, en la embriaguez de la Creación, había adornado el planeta, aquellas criaturas al lado de las cuales el pavo real y la gacela son horribles mamarrachos y la liebre una fiera sanguinaria, ay, aquellas criaturas no descendieron del arca de Noé.

Marco Denevi

Paternidad responsable vv

enocasiones Era tu padre. Estaba igual, más joven incluso que antes de su muerte, y te miraba sonriente, parado al otro lado de la calle, con ese gesto que solía poner cuando eras niño y te iba a recoger a la salida del colegio cada tarde. Lógicamente, te quedaste perplejo, incapaz de entender qué sucedía, y no reparaste ni en que el disco se ponía rojo de repente ni en que derrapaba en la curva un autobús y se iba contra ti incontrolado. Fue tremendo. Ya en el suelo, inmóvil y medio atragantado de sangre, volviste de nuevo tus ojos hacia él y comprendiste. Era, siempre lo había sido, un buen padre, y te alegró ver que había venido una vez más a recogerte.

Carlos Alfaro

El milagro maldito

Fernando Iwasaki (peq)Mi madre es una mujer devota y piadosa que no merecía un hijo como yo. Todo el bien que ella les hacía generosa a los demás, yo lo destruía y profanaba. Y si ella era pura y temerosa de Dios, yo era blasfemo y pecador hasta la náusea. Pero Él en su infinita bondad ha vuelto a escuchar las plegarias de mi madre y otra vez ha unido mi alma con mi cuerpo. Quiero moverme y no puedo, trato de arañar la madera y me resulta imposible, intento gritar y sólo consigo que una turba de gusanos descienda por mis entrañas podridas. Y lo peor es que seguirá rezando y pidiendo siempre el mismo milagro, porque Dios me ha castigado con una madre santa.

Fernando Iwasaki

El domador de ombúes

ombu (2)Un ombú amaestrado es un espectáculo digno de verse. Los hay capaces de resolver problemas matemáticos simples (sumas y restas), aunque muchos afirman que es un truco. Hubo un domador que exhibió a su ombú dando vueltas a la pista en un monopatín, causando destrozos en la platea y pánico entre los niños. Entonces el director del circo atacó al ombú con un hacha, pero aparentemente el accidente fue una excusa, aparentemente algo había entre ese solitario gigante de las pampas y la mujer del director. El domador cobró el seguro y nunca quiso contar nada.

Ana María Shua

Dicen las paredes /2

eduardo galeano35En Buenos Aires, en el puente de La Boca:
Todos prometen y nadie cumple. Vote por nadie.
En Caracas, en tiempos de crisis, a la entrada de uno de los barrios más pobres:
Bienvenida, clase media.
En Bogotá, a la vuelta de la Universidad Nacional:
Dios vive.
Y debajo, con otra letra:
De puro milagro.
Y también en Bogotá:
¡Proletarios de todos los países, uníos!
Y debajo, con otra letra: (Último aviso.)


Eduardo Galeano

Cortísimo suceso

armando arteagaUna mujer vestida de negro entra a una farmacia y le exige al farmacéutico:
-Por favor, quiero comprar arsénico-
El arsénico es tóxico y letal. El farmacéutico quiere saber más cosas antes de proporcionarle la sustancia.
-¿Y para qué quiere la señora comprar arsénico?
-Para matar a mi marido.
-¡Ah, caramba! Lamentablemente para ese fin no puedo vendérselo.
La mujer sin decir palabra abre la cartera y saca una fotografía de su marido abrazado desnudo en una cama con la mujer del farmacéutico.
-¡Mil disculpas!-dice el farmacéutico-. Atender por favor a la señora, no sabía que usted tenía receta.

Armando Arteaga

Regalo sospechoso

diego m valenzuelaEra un paquete enorme, delicadamente envuelto en papel celofán verde y ornamentado con un abultado moño de cinta roja. Lo abrí con recelo, pensando en alternativas desagradables: bombas de tiempo, perros muertos, lavadoras descompuestas, esculturas modernas. Errores todos ellos. Era un hermoso caballo de madera tallado y barnizado al natural, sostenido sobre una plataforma rodante. El Caballo de Troya, pensé. Tenía la pata izquierda levantada, eso le otorgaba movimiento y elegancia. Del recelo pasé al temor, y de allí al sobrecogimiento. ¿Qué oscuro enemigo podía haber ideado este plan homérico en mi contra? Repasé la lista y eso me tomó un buen tiempo. Todos podían haber sido; no pude descartar a ninguno. Ahora, qué contenía el caballo, ésa era la pregunta. Me aproximé con cautela y golpeteé la madera con los nudillos. Madera maciza. O interior repleto de explosivos plásticos. O cobalto radiactivo, para eliminarme lentamente. O una masa de arácnidos letales. No había tarjeta ni indicación de remitente.
Me subí sobre el regalo. Instantáneamente echó a rodar por el mundo. Me llevó lejos, a lugares maravillosos y desconocidos. Muy tarde comprendí la trampa, pero ya era feliz.

Diego Muñoz Valenzuela