1.053 – Back stage

 No soportaba su voz. Ni sus canciones.
No le atraía su cara, ni su música, ni su traje. Le resultaba irritante la impertinente admiración de sus fans. Las luces engordaban su fama y el público pagaba sus facturas.
Era un gran fraude, y lo sentía. En lo personal, jamás habría pagado una entrada para asistir a su propio espectáculo. En cada función se sabía aún más patético que la noche anterior.
Pero ahí estaba, en mitad de su concierto, frente a una masa extasiada que amaba todo lo que a él le resultaba insoportable.
Bis. En el camerino, un cambio de ropa. Se miró de frente: no, no se gustaba nada.
¡Maldito espejo que jamás aprendió a aplaudir!…

Alejandra Díaz Ortiz

1.025 – Vacaciones de verano

 – Vaya día que escogiste para venir a la playa… ¡Maldito aire!
– Es viento, mujer. Aire es lo que respiramos…
Apretó los dientes para no responder a su marido. ¿Acaso ella le corregía cuando en la cama la llamaba Marta?… Ella que se llamaba Juana, su mujer de toda la vida…

Alejandra Díaz-Ortiz

1.015 – Rédito*

 Sí, el piso en el que vivo ha sido un golpe de suerte. Esas sorpresas que te da la vida y que, o las tomas o no las vuelves a ver. Claro que dudé muchísimo cuando vi el anuncio:
«Piso de 150m, en el centro de Madrid, al lado del parque del Retiro. Completamente amueblado. 150€ al mes, incluye gastos». Eso era imposible.
Di por hecho que se trataba de una errata, así que ni me molesté en llamar. Sin embargo, el anuncio aparecía día sí, día también. Intrigada, mandé un correo a la dirección indicada. Cuál no sería mi asombro al recibir la respuesta:
«No hay ningún error en el precio. Si está interesada, se lo puedo mostrar el próximo jueves…»
Entonces, sospeché que se trataba de un timo o, peor aún, de algún pervertido que atraía a sus víctimas con una oferta tan chocante, máxime con la que está cayendo. Pero, lo confieso, picó mi curiosidad: quería comprobar alguna de mis teorías.
Confirmé, por la misma vía, la cita para tres días después.
Luego, llamé a mi amigo Pedro -dos metros y mucho músculo- y a su novia, Blanca, cinturón negro de karate, para que me acompañaran. Antes de salir hacia la dirección acordada, tomé la precaución de dejar santo y seña en casa de mi madre, en la mesa de mi jefe y en la mesilla de mi hermana.
El piso era extraordinario. Era la última planta de un viejo edificio señorial, recién reformado, y con los acabados más finos que uno se pueda imaginar. El salón lucía un inmenso ventanal desde el que se apreciaba una espectacular vista de la ciudad. Los suelos eran de madera barnizada y pulida con esmero. Los muebles, simplemente, exquisitos.
Entrando y saliendo de cada habitación, me sentía una especie de Cinderella colada en algún palacio. Por un segundo, me imaginé viviendo bajo esos techos altos, arropada por sus delicados frisos. Hasta que me topé con los ojos verdes de la dueña de la casa.
Se trataba de una mujer hermosa que delataba una antaña juventud de belleza y buena cuna. Vestía de negro riguroso. Su rostro era una mezcla de dulzura y encono, a partes iguales. Constreñidos, sus labios parecían incapaces de sonreír.
-Señora, el piso es una preciosidad, pero no lo entiendo: ¿Ciento cincuenta euros mensuales?… ¿No le parece una locura?…
Discretos, Pedro y su novia desaparecieron por algún pasillo. La dueña me indicó con su delgado brazo que me sentara en el mullido, e inmenso, sofá de plumas de oca. O, al menos, de eso pensé que debería estar relleno tan delicioso mueble. Ella hizo lo propio, sentándose justo enfrente de mí.
-Hay poco que entender, dijo casi en un susurro. Mira, ¿Julia?…
– Sí… Julia del Valle, le confirmé.
– Hoy hace un año que enviudé. Cuarenta años de matrimonio. Tres maravillosos hijos y cinco nietos. Un marido que hasta el último día fue un ejemplo de rectitud. Buen padre, buen marido, buen trabajador, buen amigo y… buen amante…
– ¿Un buen qué?, repliqué. Me parecía haber escuchado mal. Tal palabra no podía haber salido de su contenida boca.
– Sí, eso: un buen amante, repitió, frunciendo el ceño con aversión. Eso fue, querida. El día que se abrió su testamento, tras repartir lo que todos dábamos por hecho, al llegar a la última cláusula, apareció éste piso a su nombre y su póstumo deseo:
«Ha de arrendarse y el rédito de tal operación deberá ser entregado, con obligado cumplimiento, cada día cinco de mes, a Doña Aurora Montero, en justo reconocimiento a la mujer que entregó su juventud a mis tardes enamoradas durante los últimos treinta años. De ésta forma, dejo garantizada su manutención, que se verá seriamente afectada a consecuencia de mí deceso. También ordeno que le sea devuelto el reloj de oro que nunca me quité y que conservé en arras de tan noble amor»…
-Y yo, que le quise tanto, cumpliré con su última voluntad… ¿Firmamos el contrato?

*Para mi hija Daniela, que espera un golpe de suerte…
Alejandra Díaz -Ortiz

947 – Y yo tan tonto (Para Daniela)

 -¡Eres estupenda!
-¿De verdad?
-De verdad. Eres guapa, inteligente, cariñosa…
-¡Guau! Vaya halagos… no seas pelota…
-No es peloteo, es la verdad… Lástima que yo sea tan tonto…
-¿Por qué dices eso? ¡Tú no eres ningún tonto!
-Es que… no sé… tú tan lista, tan mujer, con las cosas tan claras… y yo…
-¿Tú qué?
-Yo… no sé… es que… creo que no te merezco…
Dana se levantó de la cama que acababan de deshacer. Se fue hacia el baño y, antes de cerrar la puerta, le dijo:
-Cuando te vayas, por favor deja mi corazón en la mesilla.

Alejandra Díaz-Ortiz

914 – Sexo gratis

 Persona seria, responsable, de buen ver y educada, busca persona con similares virtudes y muy buen sentido del humor.
Una vez pagada la hipoteca, la letra del coche, la factura del móvil, la de la luz, la del agua, el Plus y la tarjeta de crédito, la pensión y al dentista, lo único que me queda por ofrecer es sexo gratis.
Amor no, porque se lo llevó mi ex.

Alejandra Díaz-Ortiz