Alastair Reid escribe en The New Yorker, pero va poco a Nueva York.De vez en cuando, el cartero asoma entre los árboles. El cartero viene doblado bajo la carga. Don Alastair recibe montañas de correspondencia. Desde los Estados Unidos, lo bombardean las ofertas comerciales, folletos, catálogos, lujuriosas tentaciones de la civilización del consumo exhortando a comprar.
Una vez, entre el mucho papelerío, llegó la propaganda de una máquina de remar. Don Alastair la mostró a sus vecinos, los pescadores.
-¿Bajo techo? ¿Se usa bajo techo?
Los pescadores no lo podían creer:
No lo podían creer, no lo podían entender:
Los pescadores dijeron a don Alastair que ellos se levantaban cada noche, mucho antes del alba, y se metían mar adentro y echaban sus redes mientras el sol se alzaba en el horizonte, y que ésa era su vida, y que esa vida les gustaba, pero que remar era la única parte jodida de todo el asunto:
-¡Ah! Y gimnasia, ¿qué es?
Eduardo Galeano
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