Hasta la próxima, dijo él con ojos de recién enamorado.
Hasta el próximo, dijo ella sonriente con los billetes en la mano.
Categoría: Cuentos
1.082 – Ensayos
Repaso sus ropas, las plancho, las doblo, les introduzco caramelos en los bolsillos del pantalón. Coso el ojo al hipopótamo, los lunares a la mariquita, la estrella a la varita del hada madrina. Les preparo macarrones con tomate, arroz, croquetas, albóndigas y hamburguesas. Lo guardo todo en tupers etiquetados, dentro del congelador. Dejo leche y pan con chocolate sobre la mesa de la cocina, para la merienda. Escribo con mayúsculas una nota de despedida y la sujeto con un Bob Esponja a la puerta del frigorífico. La última vez llegué hasta la estación, tal vez hoy pueda coger ese tren.
Lola Sanabria
1.081 – Defensa propia
Antes no me pegaba. Me gritaba, me insultaba y rompía cuanto estuviese cerca. Como esa puerta. ¿La ve? Era un infierno, pero no me pegaba.
Hasta hace tres años, que me dio el primer puñetazo y me rompió la quijada. Justo aquí. ¿Lo nota? Sí, me pidió perdón en el hospital, pero desde entonces cada vez fue peor. Se enfadaba antes y los golpes eran más duros.
No, nunca me defendí y nunca lo denuncié; a pesar de lo que me aconsejaban las tres amigas que tengo. Una sabe que las vergüenzas no hay que airearlas.
Por eso hoy puso una cara de incredulidad como nunca le había visto, cuando lo encañoné con la escopeta de mi difunto.
¿Lo último que me dijo? «Te faltan huevos para disparar, mamá».
Pedro Sánchez Negreira
http://entrenuncayquiensabe.blogspot.com/
1.080 – Alimentos del mar
Le gustan los calamares y los erizos, en Chile ha probado los locos y las vieiras, en Shangái aceptó encantado una medusa helada que sus anfitriones le enseñaron a comer con cucharita, ha saboreado el krill en omelettes no muy cocidos, los pepinos de mar en Indonesia, todas las variedades de algas japonesas y sin embargo algo se rebela en sus entrañas, que se niegan esta vez a retener los canapés guarnecidos (ojalá no lo hubiera sabido) con una rodajita de sirena en lata.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.. Ed. Páginas de espuma, 2009
1.079 – Pie de página
Escribí la novela para que, al leer la dedicatoria, Elena comprendiera su crueldad de dieciséis años. No buscaba una excusa, una explicación, que también. Pretendía que me supiera vivo, incluso asumiendo su orgullo como artesana de la herida perfecta.
Alguien me dio la noticia en la caseta de firmas.
Sentí, primero, alivio. Su imagen sería para siempre la que recordaba, sin facturas del tiempo. Sentí, luego, pena y sensación de tiempo perdido. ¿Qué me importaba quien leyera aquellas páginas ahora que su destinataria ya no existía? Un sueño largo y roto, una venganza inconclusa.
La misma persona me dijo: has triunfado, al fin.
Miré la pila de libros que me rodeaba, la hilera de rostros esperando mi firma a pie de página, y supe que el hombre tenía razón, y gocé el triunfo de la inutilidad perfecta.
Julio Riquelme
1.078 – Lo que pudo ser
A ella le hubiera gustado su nariz porque parecía tallada con un cuchillo viejo, un poco desafilado, que no servía para tallar. A él le gustaba el coñac. De ella le hubieran gustado las tetas y la forma de mirar, fuerte y distraída al mismo tiempo, como si desafiara a una persona invisible o ausente. Pero como no eran personajes de la misma historia, nunca llegaron a conocerse. Vaya usted a saber los amores que nos perdemos cada día por culpa de nuestro autor.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Páginas de espuma, 2009
1.077 – Buena voluntad
Créeme, de ayer no pasa que yo te quiera…
Alejandra Díaz-Ortiz
1.076 – La sueñera – 25
Mi papá no está contento conmigo. Me mira más triste que enojado porque sabe que le oculto un secreto. Estás muerto, quisiera decirle. Pero tengo miedo de que no venga más.
Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Ed. Páginas de espuma, 2009
1.075 – La limosna
Se conocían desde hacía muchos años. El mendigo ocupaba invariablemente su puesto en la acera, en un chaflán cercano a la casa del benefactor anónimo. Se saludaban cordialmente todos los días, cuando le daba invariablemente una moneda de cinco pesetas, con la mejor de las sonrisas. Un día el mendigo se atrevió a exponerle su problema (iban a intervenir quirúrgicamente a una hija suya). Le pidió cien pesetas con un hilo de voz. Desagradablemente sorprendido, el benefactor echó mano de su cartera y se las dio… Durante veinte días el mendigo no le volvió a ver. Pasado este intervalo de tiempo, el benefactor volvió con la mejor de sus sonrisas a su habitual costumbre.
Alonso Ibarrola
1.074 – Objetos. V, Calendario
Los romanos establecieron que el interés de cualquier crédito solicitado se debía abonar en las calendas, nombre que daban al primer día de cada mes. Dicha costumbre llevó a los prestamistas a apuntar en sus libros de cuentas, a fin de que los números cuadrasen, una especie de lista confeccionada con las fechas de pago, una lista de calendas, esto es, un calendario. Algo significará que esa lámina decorada que colgamos en la cocina (feliz 2004) y con la que medimos el paso del tiempo en un principio fuese un inventario de deudas.