Una leyenda bantú describe (o tal vez no describe) a un monstruo amorfo llamado Khodumodumo (pero algunos lo llaman Kammapa). Este ser comienza por comerse a una persona que se atreve a entrar en sus dominios, devora después a los guerreros que van a rescatar a la primera víctima y avanza sobre la aldea, tragándolo todo a su paso. Kammapa hace desaparecer en su vientre sin límites a los árboles, cabras, gallinas, casas, sembrados, personas y también al sol y la luna. La tierra queda informe y vacía.
Un niñito -en algunas versiones es la mujer embarazada que lo dará a luz- se salva ocultándose en la ceniza. Mágicamente adulto en un instante, el niño abre con su espada el vientre de Kammapa y un alarido le responde: sin querer le ha cortado la pierna a uno de los hombres que estaban en su interior. Así salva a su pueblo y restaura la forma del universo, pero se gana un enemigo mutilado que ha jurado venganza para siempre.
Esta historia no es imposible: yo misma tengo una pequeña cicatriz en la cara provocada por el bisturí que tajeó el útero de mi madre.
Categoría: Ana María Shua
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Hubo una mujer a quien un sueño embarazoso dejó preñada. La mujer no despertó, pero durante nueve meses todos vieron crecer su vientre dormido. El parto fue normal: el bebé es gordo, rosado y nítido. Sin embargo, cada vez que su madre despierta, se vuelve borroso, sus líneas se desdibujan, se lo distingue apenas de los pañales, de la batita, de la pañoleta que lo envuelve. Y pertenece otra vez, enteramente, al reino de su padre.
Ana María Shua
La Insaciable
A otra mujer la llaman La Insaciable, como si alguien, alguna vez, saciara algún deseo.
Ana María Shua
Cenicienta II
Tatuaje
En cierto recóndito paraje de su anatomía, Jezabel ha soportado un complejo tatuaje. Muchos han pagado por verlo. Los que, gracias a su habilidad o a su fortuna, pueden contarlo, dicen que el dibujo representa un mapa teñido de colores suaves (esa combinación de las tintas con el tono natural de la piel). En el mapa está señalado el punto en el que se encuentra el observador y la ruta que lo llevará a la salida.
Ana María Shua
Los auxilios de la medicina
Mi señora siempre tan terca, doctor. Pero a usted lo respeta. Convénzala, por favor, de que se quede quieta, de que no se levante descalza en mitad de la noche, de que no revolee los ojos delante de las visitas, convénzala usted, que tiene influencia sobre ella, de que los muertos verdaderos no se mueven ni se quejan, o bien no están muertos del todo, pero por favor, que se decida de una vez, doctor.
Ana María Shua
Los hijos del súcubo
En cierta habitación del fondo de su casa, un hombre casado mantiene relaciones con un súcubo. Cuando el hombre muere, el hijo de la diablesa pretende heredar la casa. Su medio hermano nacido de mujer amplía la base en litigio demostrando que una parte del infierno le corresponde como bien ganancial de su padre. Presenta un proyecto en el que propone parquizar el sector, dotándolo de electricidad, agua corriente y cloacas, con calles asfaltadas para beneficio de la comunidad. Consultados los peritos, se inclinan por las ventajas del infierno original destacando el peligro ecológico de modificar el hábitat de las almas condenadas. Finalmente el juez entrega la casa al hijo diablo (pero hay sospechas de soborno o amenazas).
Ana María Shua
Alí Babá
Qué absurda, qué incomprensible me parecía de chica la confusión del hermano de Alí Babá: casi un error técnico, una manifiesta falta de verosimilitud. Encerrado en la cueva de los cuarenta ladrones, ¿cómo era posible que no lograra recordar la fórmula mágica, el simple ábrete sésamo que le hubiera servido para abrir la puerta, para salvar su vida?
Y aquí estoy, tantos años después, en peligro yo misma, tipeando desesperadamente en el tablero de mi computadora, sin recordar la exacta combinación de letras que podría darme acceso a la salvación: ábrete cardamomo, ábrete centeno, ábrete maldita semilla de ajonjolí.
Ana María Shua
Conquista de la Nueva España, II.
-No soy Teúl, estoy hecho de carne -dijo Mutezuma. Y, levantando sus vestiduras, mostró su cuerpo-. Soy tan humano como ustedes -afirmó con osadía, ocultando dudas.Así tradujo doña Marina, nuestra lengua.
Meses después cientos de miles de guerreros muy bien apercibidos cargaban contra nuestros aposentos. Por consejo de Doña Marina, salió fuera Mutezuma, en la esperanza de moderar sus ímpetus. Allí resultó herido de tres piedrazos, que uno fuera en la cabeza y de él murió.
Dícese y soy testigo que fue aquella la primera, única, última traición de Doña Marina, celosa de la inicua pasión por cierta prohibida carne que sólo ella en Fernán Cortés conocía (pero que cabalgaba en todos los rumores).
Ana María Shua
El quiromántico
El quiromántico lee su propio destino en la mano de quien será su asesino. En mi mano, en cambio, lee las Obras Completas de Oscar Wilde. Qué capacidad de síntesis, se admira. Y me augura un destino literario.