3.567 – Secuestradores

  El plan, en su primera fase, salió a la perfección. En pleno vuelo, conminaron al comandante del avión para que aterrizara en el aeropuerto más cercano. Ningún pasajero ni miembro alguno de la tripulación opuso resistencia. Una vez que hubieron tomado tierra, los secuestradores ordenaron tanto a los tripulantes como a los pasajeros que se desnudaran. Pensaban que así les resultaría más penosa una posible huída por las pistas de aterrizaje ante tantos miles de ojos. Porque la noticia había corrido como la pólvora y cientos de curiosos se agolpaban para ver el aparato secuestrado. La policía impedía que se aproximaran. Los secuestradores exigieron un millón de dólares. Las autoridades se negaron. Rebajaron sus pretensiones, pero la negativa persistía… Por último, dado que se conformaban con mil dólares, los mismos pasajeros reunieron la cantidad requerida y, previa devolución de sus vestidos, entregaron el dinero a los secuestradores y abandonaron el avión. Pero éste no podía despegar porque a juicio del comandante necesitaba combustible. Las autoridades pretendían cobrar su importe y los secuestradores, al ver que les tocaba poner algo de su bolsillo, decidieron entregarse. En medio de las carcajadas generales, se introdujeron abochornados y cabizbajos, en el furgón de la policía.

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010
http://www.alonsoibarrola.com/

3.566 – Lo que yo quiero

  Yo lo que quiero es coger, sí, coger con usted; así nomás, porque sí, como si nada, como quién no quiere la cosa. Coger sin nada más, sin “quieres ser mi novia”, sin “déjame pensarlo”, sin esperar meses o años. Ni ramos de flores o chocolates, sin enormes y patéticos osos de peluche que van a parar al frente, para adornar, del camión de la basura. Así, coger, sin pudor y sin recato. Sintiendo los cuerpos, el calor, el tacto. Sin ritos civiles ni religiosos, sin orquesta ni motivos en blanco. Pasar la noche cogiendo, una hora o nomás un rato; sentir que la cama se hace grande enorme y que aquí nadie, ni Dios, podrá molestarnos. Coger sin promesas de para siempre, sin lágrimas de impotencia, sin palabras de despedida. Coger conocernos en el cuerpo, sin contratos ni apellidos, sin embarazos ni descendencias, sin pensión alimenticia, sin odios ni juzgados. Coger, “sentir bonito”, “morir chiquito”, “tocar el cielo”, “como un columpio”… arriba, abajo, por un lado por el otro. Sin miedos ni preservativo, sin pastillas al día siguiente. Sin consciencias ni culpas. Coger con la embriaguez de la pasión con el ardor del deseo, coger sin nada más, aunque no nos volvamos a ver, aunque no sepamos después donde volver a encontrarnos. Aunque no me acuerde ni cuál es su nombre.

Pilar Alba

3.565 – Paraísos trémulos

  Cada vez que se cortaba el pelo perdía un poco de memoria. Ella no lo sabía y tampoco los que la rodeaban, así que, en más de una ocasión, la tomaron por desatenta y dejaron de dirigirle la palabra. Por supuesto, ella lo resentía y no se explicaba por qué la gente terminaba por alejarse.
Entonces se miraba al espejo. Reparaba en el hilito que sobraba del suéter; reconocía sus hombros caídos y probaba a darles aliento: suspiraba profundamente. Observaba que el pelo le había crecido y que un mechoncillo rebelde se obstinaba en enfrentarla con la vida. Resolvía un nuevo corte. Y cada vez, el rechazo y el cabello rebelde hacían lo suyo.
Un día, decidió cortar por lo sano. El mundo prometió paraísos trémulos e inexplorados, palpitantes como su cabeza rapada.

Ana Clavel

3.564 – Ranoir

  A la charca de las ranas ya no acuden príncipes melancólicos y tímidos que añoran a una joven hermosa a la que alguna bruja maligna haya embrujado. Tampoco se acercan los empleados municipales a limpiar residuos atrapados por la belleza reflejada. A nadie le interesan ya ni príncipes ni barrenderos. Solo las estrellas y la luna siguen tremolando en la superficie. Sin embargo, las ranas están más felices. Ahora que pueden nadar sin tanto temor a ser besuqueadas, ni a quedar presas en las redes, se dedican a decorar con flores, bacterias, algas, hojas y ramitas —como cuadros impresionistas en lienzos de cielo espejeado— los sueños de los desempleados que deambulan por el parque, saben que en ellos está la esperanza, aunque ellas tengan que volver a esconderse.

Javier Ximens
http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/2017/11/ranoir.html

3.561 – Piedad

  A veces piensa que tiene un nombre antiguo, que ya no se bautiza a nadie así, pero recuerda que en su infancia, en su colegio, había chicas o monjas con nombres que ahora suenan incluso más raros. Estaba Angustias, estaba Olvido, estaba Visitación, estaba Dolores, estaba Patro, de Patrocinio. Piensa que algunos nombres suenan más antiguos que el suyo, que están menos de moda, que han caído más en desuso. Pero no. Enciende la tele y en las noticias hablan de angustias, hablan de dolores, hablan de olvido, incluso de visitas y patrocinios. De piedad, muy poco. De todos aquellos nombres, el suyo es el que menos espacio ocupa en los informativos.

Miguel Mena

3.560 – Fuga crepuscular

  Ahora que ya duerme, quisiera contarte algo sobre tu padre. La semana pasada descubrí que habían desaparecido mis pendientes de brillantes, más otras joyas menos valiosas. Ayer me puse a buscarlas por todo el piso. Abrí todos los cajones, también los de la cómoda de su cuarto. En uno de ellos, sepultados bajo su ropa interior, encontré dos billetes de avión para mañana con destino a las islas Seychelles, junto a la fotografía de una anciana que también va en silla de ruedas. Convendrás conmigo en que nunca antes le habíamos visto tan contento. ¿Y si hiciéramos la vista gorda?

Joaquín Valls Arnau