1.556 – Ese trocito de acera

raul ariza escritor 01 Se acerca el verano y el día se ha estirado en luces. Hace ya una semana que las tardes remolonean, antes de palidecer bajo una calima angosta y seca que por momentos le trae el solaz recuerdo de unas caricias de madre.
El taxi suele dejarla un par de calles más abajo. A pesar de los tacones, a Aisha le gusta andar hasta alcanzar su puesto de trabajo, saludando mientras tanto a las compañeras que se encuentra por la zona. No es que tenga amigas entre la profesión, pero algo similar al miedo a la invisibilidad, le mueve a saludar o a devolver el saludo con un gesto cortés.
Llega con los pezones doloridos porque Abhu se ha pasado hoy mamando. Quizá se parezca a su padre en lo glotón. Quizá, porque no puede asegurar con plena certeza cuál de los dos tipos que la violaron antes de embarcar es el padre del pequeño. En cualquier caso, piensa en los ojillos vivaces de Abhu mientras se alimenta, se roza el pecho con enorme suavidad por encima del corpiño que lleva puesto, y sonríe sin disimulo, al tiempo que llega a ese trocito de acera en el que desde hace ya casi un año viene pagando el precio del peaje.
Ahora, apoyada en el alféizar de la ventana de lo que otrora fue un colmado, en la parte de la calle que a estas horas le da la espalda al sol, se abanica y espera, con sus enormes piernas cruzadas y ronroneando cancioncillas infantiles, a que Ngu, su chulo, haga la primera ronda.

Raul Ariza
La suave piel de la anaconda – ed. Talentura – 2012

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