1.548 – Los peligros de la ambición

Angel-Olgoso Nils Honaffos -escritor en ciernes, y enaltecido por las bellas letras hasta el extremo de jurar que un día habría de encuadernar sus obras con su propia piel- decidió convocar a los espíritus de los grandes maestros antiguos de la poesía noruega para que estos le dieran a beber, secretamente, el elixir de la inmortalidad literaria. Así pues, Nils enterró un sapo junto a un acebo solitario a medianoche y caminó en círculo alrededor del árbol hasta la salida del sol. Con los primeros rayos, emergiendo de entre las cegadoras estelas vítreas de una nube a ras de tierra, se materializaron los grandes poetas con sus barbas de yak y sus impresionantes ropajes de rigor. Tiódolf de Hvin, Tóbiorn el Cuervo y Eyvind Roba-Escaldos entregaron al escritor en ciernes el odre antiquísimo que rezumaba elixir de la inmortalidad literaria. Nils Honaffos bebió el contenido con un largo y fervoroso sorbo y murió en el acto: era tinta; oscura, humilde y ponzoñosa tinta.

Ángel Olgoso
La máquina de languidecer. Ed. Páginas de espuma, 2009

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