1.196 – La pisada de una hormiga

hormiga-comiendo-una-hoja Daba vueltas en la cama, en el sofá, incluso cuando estaba sentado en una silla con la cabeza apoyada sobre una mesa; no podía dormir. Tras cuarenta noches, en las que apenas dormitaba un par de horas, comenzaba a sentirse agotado. Había probado a contar en voz alta, experimento baldío, llegó a una cifra que ni él mismo podía pronunciar; lo intentó con infalibles remedios caseros pero se mostró negado para cuajar alguno de ellos. Deambulaba por la casa a oscuras apurando uno tras otro cigarrillos de tabaco negro buscando tras el humo el camino de los sueños. Las noches se hacían eternas, en el silencio de éstas hasta el andar de una hormiga se puede escuchar. Llegó a establecer amistad con la luna pero cientos de nubes negras quisieron confabular contra él.
Recordó que guardaba, en una vieja cesta de mimbre, algo que le ayudaría. Removió aquella espiral de recuerdos hasta tropezarse con lo que buscaba. Envuelto entre paños un oxidado revólver que fue parte de otro lugar y otra vida. Mas la suerte no le acompañaba, tan sólo una bala que decidió reservar; si la utilizaba hoy ¿cómo podría dormir mañana?
La noche siguió su curso, las hormigas salían a pasear.

Atreyu

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