Tumbado en el sofá, un paciente me ha hecho pasar una velada maravillosa. Una vida azarosa la suya. Había participado en la guerra de los «boers» y conocido al mítico Sandokán. Últimamente regentaba una pequeña mercería con su mujer. El negocio iba mal y decidió pedir un préstamo al famoso héroe. Cuando le contó su proyecto a su mujer, ésta se echó a llorar y me llamó. Por eso está aquí. Quiere que le ayude a ponerse en contacto con Sandokán, porque no sabe cuál es el prefijo telefónico de Malasia.