904 – Antigüedades

 Algunos fantasmas permanecen junto a sus viejas pertenencias, condenados a penar dentro de una caja de música, cubiertos de telarañas entre las velas de una lámpara o congelados hasta el Día del Juicio en el cristal de un florero. Ellos crepitan inquietos cuando me ven husmear por las tiendas de antigüedades y un escalofrío de siglos recorre mis venas mientras el dependiente los envuelve para llevármelos a casa.
Me gusta ver cómo titilan marchitos en la oscuridad con su luz verdosa. En aquel bargueño hay una vieja decapitada, en ese reloj un monje blasfemo sigue rezando las horas, y en el cofre del mago se acurruca el alma retorcida de un niño tullido. Yo los busco por las tiendas de antigüedades y los traigo a esta casa para escuchar cómo lloran de noche. Para reírme de su soledad infinita.
Ellos suponen que mi castigo es soportarlos. Ellos no saben que mi casa es el infierno.

Fernando Iwasaki

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