La primera es visitar los domingos a la familia y comer el arroz con conejo que hace la mama.La segunda es romper con todo y marcharse a recorrer el mundo con una mochila al hombro. Un domingo, uno se sienta sobre una gran piedra de un valle de las estepas de Mongolia para comerse un pedazo de pan negro con queso agriado y añora con toda el alma el arroz con conejo que, en ese momento, podía estar comiéndose en casa de la familia.
Federico Fuertes Guzmán