Para probar sus efectos alucinógenos, se riega el jardín con jugo de peyote concentrado. Las caléndulas, gravemente afectadas, enloquecen: en su delirio se creen araucarias. Los gladiolos caen en un sopor peligroso que los aproxima al estado vegetativo. El resto de las plantas tiene alucinaciones generosas, positivas, que les infunden una compleja sensación de felicidad. Todos estos efectos del peyote resultan imposibles de comprobar excepto el vómito ácido y convulsivo de las flores carnívoras, causado por el mal sabor de los insectos que se alimentan de néctar.