Con los ahorros de toda una vida trabajando en Ámsterdam se construyeron una casa en su aldea de los Montes de Toledo. Cuando se jubilaron se fueron a vivir en ella y conservan una mezcla de costumbres. Él, vigilante, se sienta a la puerta en una silla de nea y toma el fresco. Ella, en la ventana, rememora la vida allí.