El tirano Gerión, para mostrar a sus miserables súbditos su desprecio por ellos y la grandeza de su poder, ordenó construir la mayor vivienda inhabitable del mundo, un edificio gigantesco, de ciento trece pisos contrahechos, centenares de escaleras que no conducían sino al vacío, miles de habitaciones desprovistas de suelo y de pasillos que enlazaban paredes sin salida, innumerables ventanas ciegas. Cuando Hércules derrotó a Gerión, en vez de matarlo lo condenó a vivir en aquel lugar inhabitable hasta el final de sus días. Se dice que el tirano enloqueció muy pronto y que acabó suicidándose. Pero también se dice que verse recluido en aquel lugar le hizo considerar lo descomunal de su caprichosa soberbia, y que murió arrepentido. El caso es que, desaparecido el tirano, con el paso de los años las gentes sin hogar fueron desmantelando el edificio para aprovechar sus elementos arquitectónicos, las piedras de los muros, las columnas de los pórticos, los peldaños de las escaleras, los dinteles de las puertas y las ventanas. Así, la vivienda inhabitable suministró material para la construcción de infinidad de modestos cobijos, y cuando la memoria de Gerión y de su tiranía se habían perdido, las mujeres parían al resguardo de las habitaciones levantadas con los restos de aquel edificio infame cuya existencia ya nadie conocía.