Lo que daría porque fuese ya de día y su dulce voz me susurrase “lavavajillas”, “espumadera” o “colesterol”. Es maravilloso el secreto que compartimos. Del que nadie puede enterarse. Ese poder sobre las palabras que algún día heredaré. Si dice: “Lavadora”, la cocina empieza a girar como la noria del parque de atracciones. Otras veces dice “llave” y todo lo malo se queda encerrado en el desván. Cuando le oímos llegar ella dice: “Colesterol” y las cosas vuelven a su sitio como si nada. Mamá está practicando con una nueva palabra. Un día de estos dirá: “Pájaro” y al fin los dos podremos salir volando por la ventana y escapar.