Ayer tarde se formó una tormenta de viento. Apareció de repente. Yo recogía la ropa del tendedero, sorbiendo lágrimas interiores y liberando sábanas de pinzas moradas. Caían éstas en un cestillo de mimbre, con chasquidos de huesecillos mondados. Justo cuando doblaba el pernil de un pantalón sobre el otro, hice ese movimiento con la mano como si limpiara un cristal o borrara lo escrito en una pizarra. Me agarré con fuerza, aun así, aquel huracán me llevó en sus tripas. Amanecí en otra cama, otra casa, otra vida. De momento voy a probar con esta familia. Tiempo tengo de regresar.