Le conminaron para que desalojara su vivienda, una modesta barraca de una planta declarada en ruinas en medio de una zona de expansión urbanística, pero se negaba siempre en rotundo. Tuvieron que recurrir a la fuerza, pero se atrincheró con su vieja escopeta y nadie se atrevió a acercarse… Reporteros y redactores se interesaron por su actitud que duró cuarenta y ocho horas. Gracias a los buenos oficios y promesas del teniente de alcalde depuso su actitud. Le prometieron firmemente otra vivienda, nueva y de módico alquiler, y es por ello que se decidió a salir de su atrincheramiento y entregar la escopeta. Por desgracia, el nuevo piso estaba muy lejos y tenían que gastar mucho dinero en transportes tanto él como los suyos. Además, le multaron por no tener licencia de armas y por alboroto público. Quiso protestar pero le tildaron de loco y en las redacciones de los periódicos que se habían ocupado de su encierro, esta vez no le prestaron atención alguna. Desesperado, volvió a atrincherarse de nuevo, esta vez sin arma alguna. Lo liquidaron en breves minutos con una ráfaga de metralleta, sin contemplaciones.
2 comentarios en «2.157 – El cerco»
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Un final seco, duro para un texto que refleja una realidad demasíado actual. ¡Muy bueno!
Besitos
Excelente cuento. Felicitaciones. ¿Alguien sabe si se consigue el libro en Argentina? Gracias
Rubén