2.078 – Traducción simultanea

pilar galan 5  El portavoz dice en su discurso que se deben priorizar las imbricaciones del desarrollo sostenible para la base del crecimiento específico de todos los sectores implicados, y me mira, sonriendo, como diciendo ahí queda eso y allá te las apañes.
Al otro lado de la cabina, los demás eurodiputados se ajustan los auriculares y carraspean mientras yo dudo (ya sé que no debo), antes de comenzar la traducción simultánea. Tardo un poco porque primero tengo que encontrar esas palabras extrañas en mi propia lengua y luego, pasarla a las otras sin que pierdan sentido, pero tampoco ampulosidad y desconcierto.
De eso se trata, parece. De que aquí no se entere ni Dios, dicen mis compañeros veteranos en el breve descanso del café. O en la pausa del almuerzo. Aquí nunca se sabe con los horarios. Desayunan antes del amanecer y cenan en nuestra merienda. Ellos están acostumbrándose, a mí me cuesta todavía. Igual que caminar sobre la nieve, soportar la ventisca o dormir sin cortinas.
Te noto lenta, dice el portavoz por la tarde, después de verme casi atrapada en la traducción de una casuística indiscriminada que deriva de una incidencia superadora de elementos afines.
Trago saliva y le prometo que en unos días acabo el rodaje, que no se preocupe. Que el problema es que aún me cuesta pasar de lo abstracto a lo concreto, sintetizar, vamos. Y que en otras lenguas no se utilizan tantos rodeos para no decir nada ni tanta palabrería barata que no puede traducirse a ningún idioma. Esto último lo pienso, pero no lo digo en voz alta, por supuesto.
Cuando acaba la sesión, sigue nevando fuera.
Por la noche, en su cálido apartamento del centro, a años luz de mi piso congelado de la periferia, el portavoz dice que me metería de todo menos perras en el banco y que va a hacerme un traje de saliva, estrecho, estrecho, para que se me noten estas pedazo de tetas que tengo. Tetazas, para ser más exactos.
Te noto lenta, como ausente, vuelve a decirme.
Trago saliva, y me digo que en unos días acabaré el rodaje, que no debo preocuparme. Que el problema es que aún me cuesta pasar de lo concreto a lo abstracto, evadirme, vamos, creer que esta no soy yo y que no me está pasando a mí, pero no lo digo en voz alta, por supuesto.
En cambio, sonrío para ganar tiempo, pongo los ojos en blanco y comienzo la traducción simultánea de ayes y quejidos.
Claro que estoy ausente, acabas de hacerme volver del paraíso, susurro.
Y él, que no tiene ni idea de idiomas, me mira satisfecho, y gruñe algo intraducible, justo antes de quedarse dormido.
Tal y como están las cosas cualquiera se arriesga a perder un trabajo.
Y encima sigue nevando fuera.

Pilar Galán
Tecleo en vano. Ed. De la Luna libros. Marzo 2014

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