-¿Ya te lo has quitado todo? -le preguntó a aquella extraña a través del chat.
-Solo me quedan las medias -tecleó ella, excitada.
-¡Quítatelas, rápido! -le ordenó, subrayando su exigencia con un golpe en la mesa, como si fuera el signo exclamativo al final de una frase.
-Lo siento, he oído algo, debe de ser la puerta de su despacho, adiós.
-No me dejes a medias -suplicó él.
La mujer abandonó el chat rápidamente. El hombre cerró su ordenador y salió enfurecido, aunque entró en el dormitorio de puntillas para no despertar a su mujer. Bajo las sábanas, la luz tenue de un monitor iluminaba el gotelé de las paredes.