3.039 – El día siguiente

Genny-chavez  El día estuvo extraño con un sol cálido y una brisa estacionada, las flores del jardín no abrieron, como si supieran que ya no estaría él para admirarlas.
En la cocina los trastes, en perfecto orden, parecían temer que yo fuera a echar a perder una tarea que nunca más será repetida por las mismas manos.
Salí despacio sin tocar nada.
En el baño, dejó su recuerdo en cada espacio.
Ahora, mientras el agua me recorre el cuerpo en un intento por lavar la angustia, no puedo quitar la mirada de una toalla que quedó olvidada.
Pienso que también la gente que muere debería de hacer equipaje.
Son tristes sus cosas abandonadas.

Genny Guadalupe Chávez Rodríguez

3.007 – El mes de abril

Genny-chavez   En el mes de abril, cuando de los campos eran señores los grillos, las altas veletas movidas por el viento, dejaban oír el eco de su tonada diaria.
La mula, atada a la noria y dando vueltas, soñaba que volaba. Yo, en mi afán de escapar, cerraba los ojos y salía en pos de ella.
Juntas, ella y yo, nos volvíamos libres como el viento. Mis dedos rozaban los maizales, levemente, frenando apenas el vuelo loco. A ella le gustaba quedarse quieta como una nube más en el cielo, y en sus ojos se leía la ensoñación por parecerlo.
A mí me gustaba convertirme en la rama de algún árbol, por esa sensación de permanencia y de sentirme parte de ese algo tan verde, florido y besado por el viento.
Y cuando sentíamos nuestro el mismo cielo y toda la música del universo, un grito de adversidad nos despertaba del dulce sueño. De nuevo en la tierra, ella mula, dando vueltas y yo, la niña de las largas trenzas, abrazadas por el mes de abril intercambiábamos una sonrisa cómplice.

Genny Guadalupe Chávez Rodríguez