2.934 – Juego inconcluso

Amelia Domínguez  Se encontraba desnuda en una inmensa pradera, tendida sobre el pasto. La rodeaban cientos de conejos que jugaban saltándole encima, hurgando en su piel con las naricillas, mordisqueándola como a hierba fresca.
Le gustaba que la acariciaran con el tibio pelaje y retozar con ellos hasta quedar exhausta.
Sin embargo, cuando más placentero le resultaba aquello, venía corriendo un hombre con un fuete en la mano y hacía huir a los conejos.
Giró hacia la derecha: al verlo a su lado como todos los días, sintió rabia y repulsión.

Amelia Domínguez Mendoza

2.889 – Escarabajos

Amelia DomínguezLa vida es sueño
Pero también suele ser una barca,
O mejor, un submarino amarillo;
Aparte de que siempre
Será una mierda.
             Xavier Villaurrutia
  Quince años y canciones de Los Beatles era todo lo que tenías para anteponerlo como escudo al tedio, a los gritos de tu hermanito a los chismes de las vecinas y a la suciedad que te rodeaba. Te pasabas horas pegada al radio, con los sueños dorados, que al apagarlo se convertían en desteñida vigilia.
En ocasiones te sentías Ana o Julia, otro día Prudencia, Mary la del corderito o cualquier otra, menos la que realmente eras.
Un largo y sinuoso camino recorrías a diario de u casa al mercado; comprabas lo indispensable y regresabas a hacer la comida para cuando llegara tu padrastro y después tu mamá, del trabajo. Si no lo hacías, te esperaban twist y gritos, de ambos.
Afortunadamente, cuando salías al pan, encontrabas a Jorge, con quien emprendías un viaje fantástico y misterioso, se perdían en un bosque noruego, llegaban hasta unos campos de fresas, donde comían hasta hartarse, para terminar en la panadería, con un pastelito.
En tu casa el Sargento Pimienta y Lady Madona nunca se llevaron bien. Tú y George, sí. Y lo mismo hubiera sido con John, con Paul o con Ringo, los cuatro eran fabulosos, aunque tuvieras que soportar sus infidelidades.
Cuando empezaron a aparecer noticias de que se casaban, trataste de mantenerte más ocupada que de costumbre, para no pensar en ello, y después, cuando el grupo se desbarató, se deshicieron tus sueños a gotas y el radio permaneció mudo por mucho tiempo.
Tus cumpleaños se han ido acumulando tanto como los trastos sucios y la basura, pero aún te gustan los escarabajos: imagina que eres Lucy en el cielo de brillantes, y que tal vez, cuando tengas sesenta y cuatro años…

Amelia Domínguez Mendoza