Caballos

rafael perez estrada55 En las horas inquietas de ciertos amaneceres los oigo galopar. Su locura y su confusión recuerdan la dinámica de los océanos, el ir y venir de las olas, el rugir de las marejadas, la insaciable ira de las tempestades. Son los caballos perdidos en la fiebre del poeta muerto. Caballos apenas concebidos, ni realidad ni metáfora. Mas yo los oigo incansables —como la sangre arrebatada en un cuerpo sin sombra— ir de acá para allá buscando las orillas de un sueño ya imposible.
Caballos sin nadie que los sueñe.

Rafael Pérez Estrada

Cayó el muro

ORLANDO VAN BREDAM El día que cayó el muro de Berlín, yo estaba jugando al fútbol en una canchita de barrio en El Colorado. Fue sintomático. Se comprobaba el fin de las ideologías, desaparecían la izquierda y la derecha. Con los muchachos nos dimos cuenta enseguida. A mí, que siempre me costó patear con la zurda, la sentía ahora más enérgica y creativa. Este asunto de la caída del muro venía en serio, hasta algunos escombros cayeron cerca de nuestro arco y nuestro arquero, inocentemente, los adjudicó a la hinchada adversaria. Nada de eso. El mundo cambiaba. Ahora daba lo mismo patear con la derecha o la izquierda. Nadie hacía diferencias. Eso sí: terminó imponiéndose el juego aéreo, por arriba; los que juegan por arriba usan la cabeza para jodernos, en cambio los que no tenemos astucia ni malicia seguimos pateando por abajo, como podemos.

Orlando Van Bredam

Teoría sobre el pecado original

marco denevi Según el heresiarca Pórpulus (?-473), quien por defender esa teoría fue condenado a la condición de personaje apócrifo, el pecado original consistió en la incorporación de la espiritualidad a la sexualidad (de ahí el súbito pudor de Adán y Eva por la desnudez), con lo que el amor humano se independizó de la mera procreación y le disputó su sitio al amor divino. Dios se puso celoso.

Marco Denevi

Dispersión

anamaria-shua El problema empieza cuando el virus, desdeñando las células, ataca la estructura molecular misma del organismo, cuyos átomos entran en un proceso de dispersión lento pero continuo como si fueran imanes que se repelen unos a otros.
El primer síntoma es un curioso y sumamente parejo aumento de volumen del paciente que no va acompañado por un aumento de peso. En efecto, su masa no varía aunque al cabo de varias semanas se lo note perceptiblemente más alto y más gordo. Pronto se nota que la persona comienza a atenuarse y los familiares cercanos se quejan de su falta de nitidez.
Si no se actúa a tiempo, la dispersión se acentúa hasta que las moléculas pierden cohesión. El enfermo ya no tiene apetito pero tampoco siente dolor. Antes de su completa desaparición queda reducido a una enorme mancha borrosa de cuya existencia es posible dudar, como si fuera una suerte de ilusión óptica.

Ana María Shua

El desterrado

ramon g de la serna ¿A qué le podían condenar después de todo? A destierro. Valiente cosa. Cumpliría la pena alegremente en un país extranjero en que viviría una nueva vida y recordaría con un largo placer su ciudad y su vida pasada.
En efecto, la sentencia fue de destierro. ¡Pero qué destierro! El tribunal, amigo de aquel hombre autoritario y de inmenso poder a quien él había insultado, queriendo venderle el favor, y ya que no podía sentenciarle a muerte, le desterró a más kilómetros que los que tiene el mundo recorrido en redondo, aunque se escoja, para alargar más la medida, el diámetro que pasa por las más altas montañas. ¿Qué quería hacer con él el tribunal, sentenciándole a un destierro que no podía cumplir?
¡Ah! El tribunal, para agasajar al poderoso ofendido, había encontrado la fórmula de castigarle a muerte, por un delito que no podía merecer esa pena de ningún modo. Había encontrado la manera de ahorcar a aquel hombre, porque no habiendo extensión bastante a lo largo de este mundo para que cumpliese el sentenciado su destierro, habría que enviarle al otro para que ganase distancia.
Y le ahorcaron.

Ramón Gómez de la Serna

Educación sexual

alonso-IbarrolaHuesca Jamás en la vida había sostenido con su hija (única, por cierto) una conversación en torno al tema sexual. Se consideraba muy liberal y progresista a tal respecto, pero no había tenido ocasión de demostrarlo, porque daba la casualidad de que la muchacha nunca había preguntado nada, con gran decepción por su parte y descanso y tranquilidad para su mujer, que en este aspecto era timorata y llena de prejuicios. Pasaron los años y un día la muchacha anunció que se iba a casar. «Tendrás que decirle algo» arguyó su mujer. Y una noche, padre e hija hablaron. ¿Qué le dijo el padre? ¿Qué cosas preguntó la hija? A ciencia cierta, no se sabe. El hecho es que la madre tuvo que esperar dos horas, y cuando salieron de la salita de estar la hija exclamó: «¡Me dais asco!». Y se retiró a su dormitorio. La madre pensó que había ocurrido lo que temía. Su marido se lo había contado todo, absolutamente todo.

Alonso Ibarrola