El príncipe se inclina sobre el lecho adornado con flores y besa a la Bella Durmiente, pero la princesa no se despierta. Es posible que a) tenga el sueño muy, muy pesado; b) no sea la auténtica Bella Durmiente; c) él sea un impostor de mirada tierna en horas bajas, incapaz ya de despertar a una doncella tras otra; d) advertida por sus lecturas de cuentos populares, la Bella Durmiente se niegue a entregarse al primer príncipe que la roce con los labios; e) el huso que pinchó su dedo estuviese emponzoñado a conciencia; f) el príncipe no haya besado a la princesa en el punto propicio acordado por la tradición; g) la Bella Durmiente, dada su aristocrática condición, considere procaz e indigna la actitud del príncipe al no haber sido debidamente presentados; h) simule estar dormida al entrever el horrible aspecto del príncipe; i) la princesa, de naturaleza escasamente virtuosa, necesite algo más que un simple y casto beso para ser despertada; j) el hada benévola intente así evitarles la crueldad de vivir juntos hasta la muerte, y k) cuando el príncipe acertó a pasar cerca del palacio encantado y atravesó el espinoso seto de escaramujos, no habían transcurrido aún los cien años prescritos ni llegado, por tanto, el día en que la Bella Durmiente tenía que despertar, lo que obligará al torpe príncipe a esperar aquí dos, quince, treinta y ocho años más.
Categoría: Cuentos
El incendio imposible
El incendio que por razón aún desconocida se declaró en el Cuerpo de Bomberos no pudo ser sofocado debido a que al personal, sin experiencia de un hecho semejante, le pareció que, aunque tenían el fuego ante los ojos, este era imposible en razón de la naturaleza del cuerpo y de su función.
Entonces, mientras la alarma sonaba enloquecida, se quedaron de brazos cruzados hasta ser consumidos por llamas gigantescas.
La no existencia, por definición, de bomberos para bomberos favoreció notablemente el desarrollo del evento.
Si Penélope
El viejo diablo
A un hombre se le apareció el diablo sin patas de chivo, sin barba ni cola, sin tridente ni nada pero enseguida supo que era el diablo porque tenía la cara de la vicedirectora de la tarde de la escuela número quince, consejo escolar séptimo, cuando había tomado vino en el almuerzo o estaba haciendo dieta.
Ana María Shua
Falta de reflejos
No te escaparás tan rápido, me dijo desde fuera impidiendo la salida.
No despertarás tan pronto, me dijo desde dentro anulando mi sueño.
No te saldrás con la tuya, dijo desde arriba con su bota en mi garganta.
No sabrás el suelo que pisas, gritó desde abajo removiendo mis cimientos.
Cuando quise enfrentarme, estaba rodeado.
Carmen Peire
Ulises
Yo, el paciente y sagaz Ulises, famoso por su lanza, urdidor de engaños, nunca abandoné Troya. Por nada del mundo hubiese regresado a Ítaca. Mis hombres hicieron causa común y ayudamos a reconstruir las anchas calles y las dobles murallas hasta que aquella ciudad arrasada, nuevamente populosa y próspera, volvió a dominar la entrada del Helesponto. Y en las largas noches imaginábamos viajes en una cóncava nave, hazañas, peligros, naufragios, seres fabulosos, pruebas de lealtad, sangrientas venganzas que la Aurora de rosáceos dedos dispersaba después. Cuando el bardo ciego de Quíos, un tal Hornero, cantó aquellas aventuras con el énfasis adecuado, en hexámetros dáctilos, persuadió al mundo de la supuesta veracidad de nuestros cuentos. Su versión, por así decirlo, es hoy sobradamente conocida. Pero las cosas no sucedieron de tal modo. Remiso a volver junto a mi familia, sin nostalgia alguna tras tantos años de asedio, me entregué a las dulzuras de las troyanas de níveos brazos, ustedes entienden, y mi descendencia actual supera a la del rey Príamo. Con seguridad tildarán mi proceder de cobarde, deshonesto e inhumano: no conocen a Penélope.Ángel Olgoso
De la oftalmología
Él era uno de esos predestinados que ven más allá. No desde el balcón de los dioses, sino desde aquí, desde este lugar común llamado Tierra.Él, como ejemplo, veía el dolor (para ser más preciso: el temblor) del bosque cuando al amanecer los pájaros lo abandonan para entrar en el aire.
También, al encenderse la luz, él veía cómo las sombras se contorsionaban (en realidad, se resistían) en ese fugaz y fulminante instante antes de desaparecer.
Y si, por caso, en el horizonte aparecía una veladura, él, de una sola mirada, sabía si aquello era un remolino de niebla, la polvareda de una estampida, una invasión enemiga o un espejismo.
Hasta llegó a ver, cierta vez, frente al espejo, el lento trazado de un lápiz invisible, o dicho de otro modo, el nacimiento de una arruga.
Y sin embargo no vio llegar al dulce animal amargo del amor, y eso que este animal, antes de dar el salto y atraparlo, lo miró hondo a los ojos.
Eugenio Mandrini
Todo tan secreto
En todos los entierros hay un desconocido, alguien de aire grave en quien nadie se fija demasiado, que no es de la familia y permanece todo el tiempo con las manos atrás. Siempre me había preguntado por estos seres, de dónde salían, cuál sería su vida. En los viejos álbumes de fotos de la casa de Ágata los encontré a todos retratados, uno por uno, adheridos a aquellas páginas negras. Muchas veces iba a verla. Yo era joven, ella no. Y además estaba enferma, pero su pelo olía siempre a pétalos morados y la casa entera tenía el perfume de los libros salvados de un incendio. Todo ese verano fue mi oasis de sombra. Nos acostábamos en una alcoba oscura y luego ella preparaba café. Me gustaba ir allí, era todo tan secreto… Por las ventanas, a través de una maraña de ramas muertas, podía divisarse toda una posguerra detenida. Apenas hablaba, Ágata. Me enseñaba tesoros que escondía en los cajones de sus mil armarios: óleos diminutos, soldados de oro, azucareros chinos, pero sobre todo aquellas fotografías de desconocidos.Era todo tan secreto que cuando murió nadie pudo decirme nada, y una tarde en que fui a verla a principios del otoño me encontré en el patio de la casa con una mesita de faldas negras llena de condolencias y tarjetas de visita con una esquina doblada. Me esforcé en sentir dolor, pero la sorpresa y el deseo reventado como un globo pesaban de momento mucho más.
Carlos Castán
Asignaturas afines – Iniciación a la informática: Google o el tiempo circular
Era lo primero que hacían. Buscarse en Google, teclear su nombre y reírse de lo que leían. Había quien no aparecía siquiera, otros tenían más de doce mil entradas. Se gritaban unos a otros las coincidencias.Esa noche, en la soledad de su piso alquilado, muerto de frío y aburrimiento, tecleó su nombre en el buscador, casi como una rendición. Aparecieron más de trece mil entradas. Como profesor, como egiptólogo, como chef en París. Abría compulsivamente cada una de ellas, se empapaba de lo que iba leyendo.
Esa madrugada conoció la pena capital de un recluso con su nombre, la vacuna inventada por un sudamericano homónimo, las proezas sexuales de otro, el rostro juvenil de un especialista en cirugía estética.
Al amanecer había perdido la cuenta de todas las vidas que había desperdiciado en el intento. Desde entonces le andan buscando.
Pilar Galán
El sistema / 1
Los funcionarios no funcionan.Los políticos hablan pero no dicen.
Los votantes votan pero no eligen.
Los medios de información desinforman.
Los centros de enseñanza enseñan a ignorar.
Los jueces condenan a las víctimas.
Los militares están en guerra contra sus compatriotas.
Los policías no combaten los crímenes, porque están ocupados en cometerlos.
Las bancarrotas se socializan, las ganancias se privatizan.
Es más libre el dinero que la gente.
La gente está al servicio de las cosas.
Eduardo Galeano
