1.073 – El profesional del suicidio

 El joven Ernesto, empuñando una pistola, se presentó en casa del hombre que le había arruinado: «No voy a matarle, don Braulio», dijo, «sino a suicidarme ante usted. Caiga mi sangre sobre su conciencia y lo que es peor, sobre su magnífica alfombra persa».
Don Braulio le disuadió: buenos consejos y una sugerencia: «Si desea quitarse la vida, ¿por qué no lo hace en casa del odioso Cortés?».
Y le convenció con un cheque generoso. «Aunque no le conozca, la prensa buscará razones y arruinaremos su carrera».
Pero el odioso Cortés le contrató para suicidarse en casa del pérfido Suárez, este le pagó para hacerlo en la de su enemigo Ramírez, y así sucesivamente. Ernesto se retiró veinte suicidios después. «La bondad de los hombres me ha salvado», solía decir.

Miguel Garrido Pérez

1.072 – Las cosas que no hacemos

 Me gusta que no hagamos las cosas que no hacemos. Me gustan nuestros planes al despertar, cuando el día se sube a la cama como un gato de luz, y que no realizamos porque nos levantamos tarde por haberlos imaginado tanto. Me gusta la cosquilla que insinúan en nuestros músculos los ejercicios que enumeramos sin practicar, los gimnasios a los que nunca vamos, los hábitos saludables que invocamos como si, deseándolos, su resplandor nos alcanzase.
Me gustan las guías de viaje que hojeas con esa atención que tanto te admiro, y cuyos monumentos, calles y museos no llegamos a pisar, fascinados frente a un café con leche. Me gustan los restaurantes a los que no acudimos, las luces de sus velas, el sabor por venir de sus platos. Me gusta cómo queda nuestra casa cuando la describimos con reformas, sus sorprendentes muebles, su ausencia de paredes, sus colores atrevidos. Me gustan las lenguas que quisiéramos hablar y soñamos con aprender el año próximo, mientras nos sonreímos bajo la ducha. Escucho de tus labios esos dulces idiomas hipotéticos, sus palabras me llenan de razones. Me gustan todos los propósitos, declarados o secretos, que incumplimos juntos. Eso es lo que prefiero de compartir la vida. La maravilla abierta en otra parte. Las cosas que no hacemos.

Andrés Neuman
Hacerse el muerto. Editorial Páginas de Espuma, 2011

1.071 – La nube

 Llegó la nube, pero nadie lo advirtió. Los aviones siguieron aterrizando, ningún vehículo se detuvo en medio de la carretera y ni un solo electrodoméstico cejó en sus rutinas. Los perros siguieron defecando educadamente en los jardines, y sus dueños siguieron recogiendo educadamente sus defecaciones en pequeñas bolsitas de plástico guardadas a tal efecto en el abrigo. Ningún servidor se colapsó, ninguna red se bloqueó, ningún mercado financiero se derrumbó. Las viudas siguieron comprando la barra de pan al precio habitual, los fumadores se reunieron a las puertas de las cafeterías con el gesto taciturno de siempre, las cuerdas de los violines perseveraron en su afinación. Ni una sola grieta nueva se abrió en los edificios, ni un solo suicida aludió al acontecimiento en sus notas de despedida. Ningún registro llamó la atención de sismógrafos, cosmonautas, poetas.
Al fin y al cabo, el apocalipsis cayó de lunes y nadie -que se sepa- hizo puente. Al día siguiente hubo que madrugar de nuevo.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

1.068 – Yo soy inminente

  A veces tengo unas admoniciones increíbles, como una especie de versiones de cosas, ¿sabes? Me vienen de repente, por un sueño que he tenido, o por un asentimiento. Paqui dice que todo son alusiones mías, pero de eso ni hablar, que la que está delicada del cerebelo es ella y no yo. Y luego otra cuestión: que a la gente le cuesta mucho omitir que los demás tienen poderes que ellos no han aprehendido. Además, hay que tener presencia de que la Paqui está amargada, porque tiene al marido empotrado en la cama desde hace años y de eso nadie sale inerme, oiga, se lo digo yo que estoy al margen de todo y sé muy bien de lo que hablo porque ya he pasado por ese alcance. La Paqui ahora no me cuenta nada, porque lleva una época muy perceptible, pero antes estábamos muy penetradas las dos. Lástima. Desde que se ha ido a vivir a esa organización de casas endosadas no hay quien le diga nada. Antes vivía en el beneficio de enfrente, y todo eran favores, que si me das un poco de sal, que si me enciendes la aguja que yo no veo bien, en fin, un desecho de favores. Le he dicho que va acabar mal, que el marido se le va a convertir en un adulterado, que su hija pequeña va a tener una noción de embarazo y que al chico la novia lo va a dejar por imponente. Le he dicho que lo he visto todo clarísimo como el agua. Y la Paqui que no, que no se quiere creer que yo soy inminente y veo el futuro. Peor para ella.

Diagnóstico: Solecismo (Se emplea como opuesto a barbarismo; mientras este es un error cometido por el empleo de una forma inexistente en la lengua, el solecismo consiste en el mal uso de una forma existente).

Flavia Company
Transtornos literarios. Ed. Páginas de espuma. 2011

1.067 – Lágrimas

 La muchacha tenía dieciséis años. Era bonita y simpática, pero los médicos le habían pronosticado escasos años de vida. A lo sumo tres o cuatro… Naturalmente, sus padres y la abuela no contaron a nadie, y menos a la desgraciada, la terrible revelación. A la anciana le costaba mucho contener las lágrimas y aparentar serenidad y felicidad. Por fortuna podía llorar a gusto y sin freno, ante el televisor, ante la propia nieta, cuando una situación dramática justificaba las lágrimas de cualquier emotiva telespectadora, pero que de todas maneras, provocaban el reproche de la muchacha. `Abuelita, no es para tanto», decía la desgraciada. La irrupción en la programación televisiva de numerosos filmes y telefilmes dramáticos le vino muy bien en este aspecto a la abuela. Afortunadamente, cuando nuevamente la programación cambió su contenido y se hizo más frívola y ligera, la muchacha falleció…

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010

1.066 – Who’s afraid of Virginia Woolf

We could have a baby to keep us awake.The Long Winters, «Medicine cabinet pirate»

Lo más desconcertante del embarazo psicológico de mi mujer fue que, al cabo de nueve meses de vomitonas, náuseas, antojos múltiples y progresiva hinchazón de pechos y tripa, todo acabara bien.
Quiero decir que tuvo un parto psicológico perfecto, que dio a luz a un hermoso bebé psicológico que rondó los cuatro kilos y se parecía (psicológicamente hablando, claro está) a su abuelo materno.
Ayer fue su tercer cumpleaños. Estamos muy ilusionados porque el mes que viene empieza el colegio. Confiamos en que sus nuevos amiguitos aprendan a convivir con él como hemos hecho nosotros. Aunque no lo parezca (él nunca parece nada) es un crío muy sociable. Nos hace mucha compañía, la verdad. Tanto que ambos, mi mujer y yo, hemos dejado nuestros respectivos tratamientos.
En otras palabras, nuestro terapeuta tenía razón: los problemas objetivos suponen un potente ansiolítico natural contra la angustia metafísica. Vaya, que, como se suele decir, este niño vino al mundo con un pan (psicológico) bajo el brazo.
Igual este año vamos por la pareja.

Ismael Piñera Tarque
La voz de Asturias, El cuaderno. 24 de diciembre de 2011

1.065 – El baile

  Brillantes, cortantes, feroces descuartizadoras de telas, pelos y papeles.Tan útiles para podar hierba,uñas y trozos de pollo. Metálicas y amenazantes en manos de la peluquera. Serviciales y certeras en las de la modista. Tontas, entre folios de colores y el origami. Sin filo, como bípedos inútiles en la cocina. Óxido y olvido en un cajón del escritorio. Deformes, mutantes. Con ojos de buenas para cortar una flor y regalártela. Retorcidas, con sonrisa de zigzag, buscando acaso una lengua para perfilarla. Tétricas bailarinas de piernas de plata que inician su baile terrible. Tijeras llorando y gritando que eso no, que ellas nunca. Tijeras huyendo al costurero y cerrando la cremallera por dentro. Susurros y risas. Tijeras perfectas y rígidas, que salen deslumbrantes de su escondite. Golosas, doblegan a mi mano derecha y la obligan a seguirlas. Brutales, cuando hundo sus fauces, sin asco, en la manteca blanca de tu espalda.

Isabel Wagemann
http://talleresdeescrituracreativa.blogspot.com/2011/04/microlocas3-isabel-wagemann.html

1.064 – El suicidio *

  La causa de la muerte de Rogelio Pastrana fue el suicidio, mas no porque él hubiera resuelto, en plena cuarentena, poner fin a su existencia, sino porque vino a caerle encima un suicida. Nada extraño en aquel barrio de extramuros, donde cada cierto tiempo la desesperación, no pocas veces instilada en el veneno de la droga, empujaba un cuerpo al vacío. Rogelio había oído hablar de los suicidios de altura en los relatos de su madre, pero aquellas historias de perdedores no iban con él, que había logrado salir de allí, hacer carrera universitaria y vivir con holgura en un apartamento del centro aromado por jazmines.
En los días festivos Rogelio solía almorzar en casa de sus padres y, entrada la sobremesa, bajaba a comprar pasteles para la merienda. Aquel día, 1 de noviembre, era costumbre desde su infancia elegir coloridos huesos de santos.
Hacía calor, pese a la madurez del otoño, y una brisa racheada permitía barruntar levante antes de que acabara la jornada. Salió Rogelio a la calle y, al girar la esquina, se detuvo a contemplar el cartel de un comercio recién inaugurado. El suicida ya había dado el salto desde el noveno, dos pisos por encima de la casa natal de Rogelio.
Ningún testigo a aquella hora asomado en las ventanas o las terrazas, ni transeúnte alguno en la calle desierta. Nadie pudo ver al suicida frustrado ponerse en pie, incrédulo, y correr a ocultar su bochorno. La policía cubrió el cuerpo estrellado de Rogelio, se dio aviso al juez, que ordenó con hastío el levantamiento del cadáver, y el vecindario supo por sus padres que no podía haber sido desde su casa en el séptimo piso porque Rogelio había cerrado la puerta detrás de sus pasos para ir a comprar pasteles. Tal vez subió a la azotea. Quién lo diría. Cómo se guardaba su pena.
A Rogelio se le negó la tierra santa por suicida y dos meses más tarde, en mitad de un temporal de levante, vino a compartir su fosa profana el suicida vecino, que al fin había acertado de pleno.

Antonio Serrano Cueto

http://antonioserranocueto.blogspot.com/2011/10/un-microrrelato.html

*Para Norberto Luis Romero