1.067 – Lágrimas

 La muchacha tenía dieciséis años. Era bonita y simpática, pero los médicos le habían pronosticado escasos años de vida. A lo sumo tres o cuatro… Naturalmente, sus padres y la abuela no contaron a nadie, y menos a la desgraciada, la terrible revelación. A la anciana le costaba mucho contener las lágrimas y aparentar serenidad y felicidad. Por fortuna podía llorar a gusto y sin freno, ante el televisor, ante la propia nieta, cuando una situación dramática justificaba las lágrimas de cualquier emotiva telespectadora, pero que de todas maneras, provocaban el reproche de la muchacha. `Abuelita, no es para tanto», decía la desgraciada. La irrupción en la programación televisiva de numerosos filmes y telefilmes dramáticos le vino muy bien en este aspecto a la abuela. Afortunadamente, cuando nuevamente la programación cambió su contenido y se hizo más frívola y ligera, la muchacha falleció…

Alonso Ibarrola
No se puede decir impunemente ‘Te quiero’ en Venecia.Visión Libros. 2010

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