2.728 – La mujer de mi sueño

araceli esteves3  Por favor, coja número y espere. Me siento en la única silla desocupada. Enrollo y desenrollo el número 93 haciendo un canutillo cada vez más apretado, la pantalla electrónica salta al número 27. Cambian las unidades y las decenas, algunos números se dilatan atascados en largos minutos, pero no tengo prisa. Llega mi turno. Después de grabar los datos y pagar mi dispositivo UST, vuelvo a casa. Tomo una cena frugal, inserto el UST en mi RB2 y me dispongo a disfrutar del sueño recién comprado. Pocos segundos después de apoyar la cabeza en la almohada, cae el pesado nido. Las imágenes llegan puntuales como prometía la publicidad del producto. Todo es tal como lo imaginé, como conseguí describirlo. Y ya por fin la tengo delante. A ella, mi amada, distante y hermosa, moviendo sus labios asalmonados que imagino rellenos de pulpa de fresa, suave y jugosa. Me habla a mí, me mira con estudiada coquetería. Mi corazón aletea ingrávido. Por favor, coja número y espere, dice la mujer de mi sueño.

Araceli Esteves

2.397 – La esquina de la memoria

araceli esteves3  Gabriel fue perdiendo la memoria. Sólo conseguía recordar las cosas, desde las más triviales a las que demandaban recorridos profundos hasta el fondo oscuro de su memoria, en la esquina entre la calle Hostal Santanyí y el Paseo de Vizcaya. Más de una noche, a las horas más imposibles, había tenido que cruzar la ciudad para recuperar una fecha perdida o recordar el nombre de una antigua novia. Incluso había pensado en buscar un piso por la zona, pero los altos precios del casco antiguo lo obligaron a desestimar la que sin duda hubiera sido la mejor opción.
Ahora anda perdido. Desde que se inició la reforma del centro histórico y  demolieron varias manzanas de casas, Gabriel camina sin rumbo, desorientado, cada vez más alejado de sí mismo. Busca inútilmente el único lugar en el que su memoria tenía cobertura.

Araceli Esteves

2.353 – La ausencia

araceli esteves2  Me dice que yo siempre tengo seis años porque es la edad en la que morí. No sabe que sólo existo porque ella me convoca cada noche, agarrada a la foto de un niño. Yo la visito para que sus lágrimas tengan nombre. Nunca le diré que no soy su muerto. Sé que me necesita más que mi propia familia, cuatro casas a la izquierda.

Araceli Esteves

1.730 – Las vidas de Mario

araceli esteves3  En el instante previo a la muerte, Mario se enfrenta al goteo de todos sus descartes, a las oportunidades perdidas. Los que no quiso el azar que él fuera, brotan tras sus ojos cerrados como esporas sopladas por vientos antiguos.
Un Mario que esta vez sí toma el tren al que llegó tarde, en el que viajaban una Julia a la que nunca besó y tres años de amor culpable. Un Mario que dice que NO a su padre todas las veces que él le habla de las seis generaciones de médicos que configuran su destino. Hijos que no nacen. Un Mario que es músico y otro que es mendigo, el viajante que estudia solfeo y el terrorista que juega al billar. Burbujas de vidas posibles estallan cada vez más débiles y lejanas. Más raras. Se descosen inocentes decisiones infantiles que escupen posibilidades y determinan senderos.
Hasta que llega la noche en la que su madre no abraza a su padre. Una disputa conyugal tras la que no llega el perdón de la piel y el abandono al infalible lenguaje de los cuerpos.
Y todos los Marios se funden, se entregan a la succión palpitante, al final liberador del fundido a negro.

Araceli Esteves

Mar de Pirañas. Edición de Fernando Valls.Menoscuarto ediciones.2012

1.513 – El otro

araceli esteves2 Cambié por ella, para parecerme al hombre que siempre quiso ver en mí. Abandoné mis costumbres y me adapté a sus horarios, dejé de frecuentar amistades que a ella le molestaban. Ahora por las noches me busca melindrosa, se acerca a soplarme detrás de la oreja para que me disuelva, para mezclarme con ella y vaciarnos los dos en un nuevo organismo que nos acoja y nos contenga. Labios y brazos, piernas y sexos enroscados formando parte de una sola criatura de movimiento suave y jugoso. Busca inútilmente aquello que conseguíamos cuando yo era yo.

Araceli Esteves
Fisuras en el aire, Eugenio Cano editor, Madrid, 2013, 144 páginas.

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1.220 – La familia unida

 Nunca me llevé bien con la familia. Desde la abuela Felicia, con ese don para esparcir cizaña, hasta el patán de mi hermano Ricardo, todos parecían puestos en escena para que la mía fuera una existencia desgraciada. Eran parientes artificiales, implantados en mi vida como órganos ajenos, que mi cuerpo rechazaba con furia desde niño. Durante años fantaseé con ser un niño adoptado. Pero el pulgar en forma de martillo no dejaba espacio para la duda acerca de mi ascendencia. Todo lo que hice para alejarme de mis parientes, resultó inútil. Acabé con la mandíbula de la abuela encajada en uno de mis fémures, las costillas de Ricardo sobre mi coxis y al lado, el cráneo de papá. Juntos y revueltos en el mismo nicho, obedeciendo la costumbre familiar.

Araceli Esteves
Velas al viento. Los microrreelatos de La nave de los locos. Ed. Cuadernos del Vigía. 2010