1.223 – Tabú cultural

 A causa de algún tabú cultural que aún no comprendemos, los nativos no quieren aceptar la colaboración de nuestros científicos para averiguar por qué se malogra, una y otra vez, la cosecha de humanos en esos campos sembrados que llaman cementerios. ¡Cuando sería tan sencillo lograr que fructifique!

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.Ed. Páginas de Espuma 2009

1.197 – El triple salto mortal

 El salto mortal es en verdad peligroso, muy peligroso. Para cumplir con los reglamentos, el trapecista audaz utiliza un cable de seguridad fingido, una red que -lo sabe bien- no sería capaz de sostener su peso. Como un adicto necesita su dosis, el trapecista audaz necesita sentir la proximidad de la muerte. En el triple salto mortal la sensación es tan intensa que todos los días de su vida pasan en imágenes delante de sus ojos. Por eso, a medida que su vida se hace más larga, debe prolongar el salto para darle tiempo a la memoria. A los ochenta años, eximio en su arte, atraviesa el océano de continente a continente en un múltiple salto mortal que le permite repasar su vida entera, con detalles.

 Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.Ed. Páginas de Espuma 2009

1.174 – Cultura musical

 Todos los días a la misma hora del atardecer la música se eleva desde las montañas. Son canciones baratas, las mismas que han circulado entre las simas y los riscos en las radios de los excursionistas. Algunos atribuyen este fenómeno al eco, otros le echan la culpa a la falta de cultura musical de las montañas.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.Ed. Páginas de Espuma 2009

1.156 – El joven destinado a ser mi abuelo

 Para evitar que lo mandaran a la guerra, el joven destinado a ser mi abuelo se hizo arrancar todos los dientes pero no alcanzó. Entonces se cortó los dedos de la mano derecha pero no fue suficiente. De un hachazo le amputaron media pierna pero todavía no era bastante. Se introdujo un objeto punzante en el oído para provocarse sordera pero lo aprobaron de todos modos. Hasta que al fin se mutiló de modo tal que torció su destino: no lo mandaron a la guerra pero tampoco pudo ser mi abuelo.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.Ed. Páginas de Espuma 2009

1.150 – El arte de las transformaciones

 Creí dominar el arte de las transformaciones, pero no era más que un aprendiz de brujo. Un pequeño error, un gesto equivocado en el momento del conjuro y heme aquí, cuesta abajo en la rodada, hoy pato, mañana cucharita, montaña, arveja, premolar o polvo edulcorante. Y ahora, precisamente ahora, cuando por fin he logrado controlar tanta locura, reducirla a la ínfima sutileza de un cambio de opinión, ahora es cuando se quejan, absurdos, mis votantes.

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida.Ed. Páginas de Espuma 2009

1.131 – Mirando enfermedades

 En el Diccionario de Agronomía y Veterinaria había ilustraciones y muchas fotos. Una extraña tumoración nudosa deformaba la articulación de una rama.
-¿Esto qué es? -preguntaba yo, la niña.
-Es una enfermedad de los árboles -me decía papá.
-¿Esto qué es? -preguntaba yo, señalando, en la foto, el sexo de un toro.
-Es una enfermedad de las vacas -me decía papá.
Era lindo mirar enfermedades con mi papá. Como sabía que me estaba mintiendo, observaba con asombro y regocijo los desmesurados genitales que crecían deformes en los árboles machos.

Ana María Shua

1.116 – Parásitos de los paraguas

 Lo peor no son los pequeños, los que son casi invisibles, los que se arrastran en fila por el mango, anidan en la contera, desovan en el varillaje y terminan a veces por perforar el paraguas con sus minúsculas deyecciones ácidas, allí donde la tela se ha desgastado por el uso. Entre los parásitos de los paraguas, lo peor son los grandes, aquellos que los fuerzan a dejar sus hogares cálidos y secos, los abren brutalmente a la intemperie, los exponen sin piedad a las peores lluvias.

Ana maría Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Páginas de espuma, 2009

1.087 – Una prueba de fe

 -Yo no robé nada. En la bolsa del mercader, las monedas de oro se han convertido en aire. Quien se atreva a insinuar que no es posible, estará contradiciendo la omnipotencia de Alá.
Así dice el ladrón para comprometer a la víctima y al juez y evitar el castigo.
-Te cortaremos la mano -ordena el cadí-. Pero no como castigo sino como prueba de fe. Alá, que todo lo puede, hará que te vuelva a crecer si eres inocente.
El ladrón es culpable. Pero Aquel que, en efecto, Todo lo Puede, hace crecer su mano de todos modos. ¿Por qué debería El Más Grande someterse a las pruebas de un cadí?

Ana María Shua
Cazadores de letras. Minificción reunida. Páginas de espuma, 2009